Las maneras en las que se piensa y entiende a Cuba fuera de sus aguas jurisdiccionales tienen muchos matices, que beben de los contextos políticos actuales en cada sitio y también de las experiencias históricas y la memoria, en general, de sus pueblos.
De pronto, Cuba se convierte en muchas cosas desde los intríngulis de un país lejano. Cuba puede ser elemento de unión entre sectores y personas que de otra forma no soportarían respirar el mismo aire en una sala. Cuba puede ser elemento de discordia y medidor de autenticidad política.
Por ahí van ciertos dirigentes de izquierdas como pidiendo perdón por sus cobardías. Cuanto más pequeños de alma son, más fácil niegan a Cuba, y tras bambalinas se disculpan con sus gentes, arguyendo que si la apoyan no ganan. Y de ninguna forma ganan, porque los pueblos huelen muy fácil cuándo se les vende humo disfrazado de perfume.
Cuba suele ser también recurso nostálgico, mito, prejuicio, inspiración, contradicción, incertidumbre…
La votación que cada año se efectúa en la Asamblea General de las Naciones Unidas contra el bloqueo de Estados Unidos al archipiélago es, sin duda, el evento más importante en cuanto a resonancia internacional.
Se actualizan las cifras del hostigamiento y se intenta cuantificar los daños. Esto tiene un alto valor, por cuánto grafica de algún modo, y lleva a lo concreto, lo que muchas veces quiere tacharse de simple propaganda.
Los números y los renglones que registran afectaciones resultan cada año, como mínimo, impresionantes.
Y hay que decir que lo numérico lleva límites. Porque el incremento de muertes evitables y el deterioro de las condiciones de vida de millones de personas tiene un lado no cuantificable y silenciosamente violento que todos nosotros conocemos muy bien.
En la magna sala, también se pronuncian de manera oficial, a veces con discursos muy explícitos además de con el voto, todos los Estados-Nación reconocidos por el organismo multilateral.
Durante este 2025, la resolución presentada por Cuba se impuso por ventaja amplia, aunque contrario a los últimos años, en lugar de oponerse dos países (Estados Unidos e Israel), lo hicieron siete y se abstuvieron 12, luego de que nuestro «buen» vecino les impusiera «respetuosas» presiones, según denunciase el propio Canciller cubano antes de que se desarrollara cualquier votación.
Poco se dijo por ahí que fueron 156 los Estados que apoyaron a Cuba. En realidad, poco se habla, incluso dentro del país, de quienes apoyan a Cuba desde tantas partes, quizás porque hablar de estos apoyos también es tan complejo como las tantas comprensiones que desde el exterior se tienen de nuestro país.
Entre esos 156 votos oficiales los hay provenientes de gobiernos de derecha, progresistas, de orientación socialista; reinos europeos, africanos, del sudeste asiático; países «perdidos» entre desiertos, selvas, océanos, mesetas; en fin, con tantas complejidades internas como las puede tener Cuba, aunque muchas no sean exactamente las mismas.
Hay que hablar, por supuesto, de los esfuerzos de quienes no nos quieren para colocarnos, contingencias allá y acá mediante, en una situación de enemistad con antiguas repúblicas socialistas del este europeo y con países de América Latina.
Véase la lista de abstenciones y de declarados en contra, ubíqueseles en un mapa y se percibirá, en el otro hemisferio, las turbulencias de una región que aún se reconfigura tras el descalabro de la URSS; en el nuestro, mientras tanto, se entiende la carrera desesperada de Estados Unidos por recuperar su hegemonía, además de las crisis propias de democracias neoliberales, hijas de dictaduras que nunca fueron derrotadas y cuyos brazos y nervios siguen ahí, ni dormidos, ni silentes.
Hay que hablar de eso, claro está, pero mucho más del bloque que conforma el Caribe Insular para con Cuba en espacios internacionales. Que les pregunten además por México y Venezuela a nuestros pedazos de tierra atormentados por incendios y huracanes. Y hablar del bloque africano –sin Marruecos–, resaltando nombres como Namibia, Mozambique, Argelia, los países del Sahel…
Y hay que ir más allá de la política de Estado y hablar de pueblos, aun cuando las voces de estos más de una vez son secuestradas en la arena internacional y amordazadas por los medios de prensa empresariales.
Que se diga, porque los pueblos saben organizarse y bien lo pueden decir nuestros hospitales y policlínicos, cuando en la dura circunstancia del día que corre ven llegar ayudas de todos tipos, en cajas, maletas contadas, o en contenedores; ayuda que se acopia de muchísimas formas, desde gente con mucho dinero hasta otras que se quitan una semana de comer bien, solo porque es para Cuba.
No se trata de afectos fortuitos, sino del mundo de afectos que Cuba ha sabido construir y que, en la tirantez de la cuerda, en medio de las tempestades, casi siempre con el agua al cuello, jalan de un lado para salvar al del otro y viceversa, porque se tiene la certeza de que el destino, sí o sí, se comparte.















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