ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

La derrota multiplica los dolores o por lo menos los profundiza, y genera el escenario perfecto para que entre, habite y se desarrolle, hasta márgenes no imaginados, la siempre incómoda pregunta de si habrá valido la pena tanto que se hizo, que se sufrió y que se logró a contracorriente.

Esta pregunta no solo es incómoda; también tiene mucho de trampa. Entierra sentimientos, memorias, gestos sociales, colectivos; lleva a mínimos o relativiza el terror y la barbarie; lleva a mínimos o relativiza las grandes actitudes y sacrificios más nobles, lo telúrico de los tiempos, las victorias de las que también se viene…; y es, a fin de cuentas, una interrogante que forma parte del cuerpo mismo de la derrota.

Pero la derrota, además de ser dolorosa, genera espacios relativamente cómodos, algo así como premios de consuelo, porque la derrota no solo se erige como momento histórico puntual o hecho de quiebre, sino como forma de vida, a tal punto que hay quien vive en ella y no lo sabe o no le gusta recordarlo. La derrota, en efecto, genera normalidades.

Durante estos días y estos años, desde nuestros enfoques podría pensarse que ser derrotado o derrotada es que, en uno u otro país, mayor o menor parte de la región, triunfe en elecciones presidenciales un candidato o candidata que se opone radical y públicamente a todo lo que implique liberación y dignidad colectiva.

Sin embargo, esa clase de derrota, la más visible, resulta apenas un señuelo, apenas un momento de una puesta en escena. La verdadera derrota es el teatro en el que se da la obra y del que no se sale tan fácil.

Derrota es no querer salir del campo de juego –o del teatro– de la derrota; no saber para dónde se camina o dejar de caminar y punto.

Derrota es el sentimiento de no poder confiar en nadie, negar el beneficio de la duda, la posibilidad del sueño, entendiendo el sueño en su sentido más literal, ese que vuela hasta donde vuela sin permiso de recuadros presuntamente regidos por la razón.

Derrota es sentirse victorioso o victoriosa en los encuadres de la limosna, dándola, recibiéndola o viviendo en ella.

Derrota es que la estética le ponga coto a la ética. Derrota es que los verdugos tengan plaza para dar cátedra de libertad y dignidad humanas. Derrota es hablar del curso natural de la vida para avalar nuestras condenas a muerte.

Derrota es hablar de paz en abstracto cuando están afilando los cuchillos para cortarnos la cabeza. Derrota es culpar y condenar al cimarrón por los latigazos que van a darle y que te van a dar a ti también. Derrota es imponer la cobardía como arquetipo de la decencia.

Derrota es no estar dispuestos ni dispuestas a asumir las responsabilidades de la victoria, que igualmente son contradictorias y dolorosas.

Derrota es no entender que hasta la derrota será útil. Derrota es regodearse en –y vivir de– las utilidades de la derrota.

Derrota es celebrar la soledad.

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