Ojalá –pensábamos– todos respeten el alto el fuego entre Israel y Hamas. Vencerá la humanidad si nadie más escucha un disparo ni muere por él ni queda fundido, sin motivo alguno, en el polvo de esa región agonizante del mundo.
Añorábamos la implementación cabal, sin violaciones, de esa decisión indispensable para la paz, aunque sobraba espacio para la duda, pues recordábamos la impunidad con la cual asesinaba la barbarie tras acuerdos previos orientados a callar las armas de forma temporal.
Sabíamos que ninguna decisión intergubernamental erradicaría el odio del sionismo ni desaparecería su peligro, pero depositamos nuestro voto por la posible reconciliación y la reconstrucción, apenas parcial, de lo perdido en estos dos años, y en más de siete décadas anteriores.
Quizá levanten de nuevo la ciudad arrasada, con sus escuelas, sus universidades, sus hospitales, sus mezquitas, sus estadios y sus casas. Tal vez luzca incluso más hermosa; sin embargo, ¿quién le llevará la paz a las ruinas?, nos rondaba ese pensamiento antes de que Israel rompiera, nuevamente, el pacto de un alto el fuego.
¿Cómo traerán de vuelta a los caídos, curarán a los mutilados, consolarán a las familias arrastradas a ese infierno y refundarán la infancia de los niños? Los edificios crecen en pocos meses, pero las heridas de ese tamaño rasgarán los sueños de incontables generaciones.
Ese estruendo mortecino sonará en Gaza y en todos los territorios ocupados y masacrados, aún después del último estallido –que dice ser y no es nunca el último– porque ningún sobreviviente olvidará un segundo de la tragedia ni observará la luz sin evocar la sombra de una madre, un hermano, un hijo o un amigo extraviado en el camino.
Se necesita el cumplimiento estricto del alto el fuego –tantas veces violentado– para la llegada de días felices, que jamás traicionen la esperanza. El alma humana sabe emerger del horror como una flor de las piedras. La del pueblo palestino posee el olor de la ternura y las espinas del acero, por eso abrazará la vida sin abandonar el dolor de sus muertos.
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