ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

«Estados Unidos establecerá un diálogo entre Israel y los palestinos para acordar un horizonte político de coexistencia pacífica y próspera», asegura el nuevo plan que promete paz en Gaza; sin embargo, ya son cientos de asesinados en la Franja tras los pocos días del acuerdo, cientos que se suman a los casi 70 000 que el Estado interventor, colonial y sionista ha cobrado, apenas desde el 7 de octubre de 2023, por solo contar desde entonces.

Se habla de zona libre de terrorismo y de radicalización, de no amenazar a sus vecinos, de amnistía para los criminales de guerra y de gobierno transitorio temporal, en el que dichos criminales no podrán participar de ninguna forma, de vigilancia y supervisión de un nuevo órgano internacional.

Es octubre de 2025, se menciona todo esto y no se le habla a Tel Aviv, sino a Gaza, donde están, para el poder occidental, los criminales, los que necesitan ser vigilados, los terroristas y radicales, que nuevamente son, gran paradoja, quienes ponen, de los suyos, la mayor parte de los muertos.

José Martí insistía en que ser radical es ir a la raíz, pero a los señores que formulan estas pacificaciones de cartón y que pisan sobre raíces tan distintas, que sueñan con ramas tan otras, no les importa y les gusta jugar con la palabra, como si su significado fuera equivalente al de extremismo.

En el mundo que corre ser radical es tan «sencillo» como enfrentarse a estas gentes y a su proyecto de futuro que incluye tu tierra, pero no a ti; es tan «fácil» como oponerte a que te humillen, te roben, o te maten, a que lo sigan haciendo. En el sentido martiano, eso es ser radical. Estos tipos, no obstante, te dicen radical para acusarte de extremista, como el amo que maldice –y castiga– al caballo que no se deja domar; como el amo que maldice –y castiga– al perro que no lo sigue.

El plan, de cuya autoría se jacta Donald Trump, tiene más joyas: alude al desarme de «Hamas y otras facciones» de la resistencia. El mismo señor que promueve que los ciudadanos de su país estén armados hasta los dientes para defenderse dizque de la delincuencia, sobre todo entre los niños de las escuelas, ahora le plantea la paz al pueblo palestino en los términos de la rendición.

Y eso no va a ocurrir, porque el pueblo palestino ya ha aprendido, con la «gracia» de las décadas, que cuando no tiene con qué defenderse vienen y le roban la casa y el suelo, no precisamente delincuentes comunes.

Mientras promete inversiones multimillonarias que levantarán la «Nueva Gaza», el plan se muestra optimista y generoso, y asegura que, en el camino, «puede que por fin se den las condiciones para una vía creíble hacia la autodeterminación y la condición de Estado de Palestina».

Una paz que no reconozca ni asuma el problema de fondo, que no impida que unos sigan tratando a otros como ciudadanos de segunda categoría, que borre con una sonrisa rubia y promesas escuálidas todo un genocidio, no puntual de dos años, sino sistémico y de décadas, que no garantice la soberanía…, una paz así no es paz.

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