
Otra vez la guerra y la muerte tocan a la puerta de América Latina. Ahora con armas más sofisticadas, submarinos nucleares, aviones, drones, miles de marines, fuerzas especiales, bases militares en ensayos bélicos y el fascismo instalado en la Casa Blanca, sin frenos ni escrúpulos, ávido de sangre, petróleo y dinero.
Con la mentira inflada, un plan macabro ejercitado y aplicado en varias aventuras durante el siglo xx y el actual, con el Pentágono, la Comunidad de Inteligencia y los monopolios de la desinformación y la desmovilización como garantes de la fabricación de pretextos y respuestas agresivas, se multiplican las píldoras mediáticas y diplomáticas para prejuiciar y atraer a sus genocidios por venir, a gobiernos y a la opinión pública internacional.
Washington estudia el momento oportuno para el zarpazo, mientras sigue fabricando posibles pretextos, provocaciones, chantajes políticos, para tratar de aislar a sus blancos, deteriorar su imagen internacional y persuadir a la mayoría de la necesidad de la fuerza para «defender» la «paz americana», la de las cañoneras sin zanahorias, la de tierra arrasada, la del Plan Cóndor y las dictaduras que mataron a cientos de miles de latinoamericanos.
El pasado martes, medios de prensa de ee. uu. han difundido las últimas amenazas de Trump: «Ahora vamos a mirar a los cárteles. Vamos a ver muy seriamente a los cárteles que vienen por tierra».
Añadió que desde que las fuerzas estadounidenses comenzaron a atacar barcos de narcotráfico, «no tenemos absolutamente ninguna droga entrando a nuestro país por mar, porque fueron letales».
Afirman los medios que los comentarios de Trump coinciden con recientes informes de prensa que sugieren que la administración está revisando planes para operaciones selectivas dentro de Venezuela.
Mientras tanto, con la mentira como arma principal y defendida a toda costa, la tarea es seguir sembrando el miedo a los «peligros» que representan, para ee. uu. y la estabilidad, la existencia misma del Gobierno legítimo de Venezuela, con la complicidad de sus aliados otanistas, mandatarios súbditos de Latinoamérica y el terror de las amenazas de la Casa Blanca, el Comando Sur y sus monopolios.
La combinación macabra de las ambiciones políticas, las ansias de poder, de hegemonía global e interna en la nación norteña, y las pujas por escalar posiciones e imponer directivas y venganzas de un Secretario de Estado nacido y criado en la conspiración y las mafias –que hace poco tiempo insultaba y odiaba a Trump, y hoy, aparentemente, es incondicional– repugna y amenaza la propia estabilidad del Gobierno en ese país.
Un Gobierno impredecible, que lo manipula todo, hasta la ciencia, en función de sus caprichos antidemocráticos e imperiales, que no respeta a los organismos multilaterales, ni a los derechos humanos, ni a la soberanía de los países, ofende, insulta y presiona en nombre de sus apetencias y del plan supremacista de convertir a ee. uu. en el mandamás global, al estilo de la Alemania fascista del siglo pasado, es una amenaza inminente a la que nadie escapa.
El «experimento» contra Venezuela, Nicaragua y Cuba, auspiciado por Marco Rubio, para el que dispone de más de 1 700 millones de dólares y el apoyo del Pentágono, la Comunidad de Inteligencia y centros secretos para proyectos desestabilizadores, es una señal y un riesgo real del neofascismo que se prepara para aventuras como las que están devastando Gaza, donde la vida y la condena mundial no cuentan ni importan, como han manifestado el Secretario de Estado y su emperador, en el mismísimo podio de las Naciones Unidas.
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