El pasado 30 de septiembre, el presidente estadounidense, Donald Trump, encabezó una reunión en la base militar de Quantico, Virginia, donde congregó a más de 800 generales y almirantes, con el objetivo de impulsar una nueva doctrina militar, centrada, principalmente, en el ámbito interno de la nación norteña.
Una de las medidas anunciadas fue utilizar ciudades estadounidenses, frecuentemente estigmatizadas por altos índices de pobreza y violencia, como campos de entrenamiento militar.
En su discurso, caótico, cargado de referencias, el mandatario hizo uso y abuso de la narrativa de la «invasión interna», un relato alarmista que intenta justificar por qué el ejército debería empezar a ver a los migrantes como enemigos, y a sus propias ciudades como nuevos campos de batalla.
Según el republicano, no se deben seguir gastando millones en la defensa de las fronteras de países extranjeros, cuando Estados Unidos está siendo «invadido» por personas «fugadas» de establecimientos siquiátricos, «pandilleros y criminales».
Además, afirmó que las fuerzas armadas deberían centrarse en el hemisferio occidental, jactándose de haber utilizado al ejército para atacar lanchas en el Caribe que, según él, traficaban drogas.
Antes de que Trump subiera al escenario, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, pronunció un discurso de casi una hora en el que afirmó que el ejército ha promovido a demasiados líderes por razones equivocadas, basándose en cuotas de raza, género y escalafón.
En ese contexto, prometió poner fin a la era de las «apariencias poco profesionales», al programa dei (diversidad, equidad e inclusión), a lo que denominó «basura woke» y a las «distracciones» del cambio climático. También llamó a alcanzar el «más alto nivel masculino» en las fuerzas militares.
Quizá uno de los momentos más «polémicos» del encuentro fue cuando Hegseth amenazó a la cúpula militar, sugiriendo que debería «hacer lo honorable y renunciar» si no estaba de acuerdo con su nuevo enfoque.
Palabras totalmente alineadas con las de su jefe al finalizar la intervención: «Pueden aplaudir si quieren. Si se quieren levantar e ir, pueden también, pero olvídense de sus rangos y carreras».
De acuerdo con diversos analistas, el encuentro en Quantico refleja el intento de la actual administración por «disciplinar» al poder militar, bajo una lógica que prioriza el combate contra supuestos enemigos internos, por encima de la participación en guerras externas, tan habituales en la cultura belicista del imperio.
Quizá veamos a los Navy seals, Delta Force, Green Berets, Marine Raiders, Rangers, etc., cansados de «ganar» guerras contra pastores mal armados y pueblos insumisos, invadir para llevar la «pax americana» a las grandes ciudades del imperio.















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