La cooperación sur-sur debería ganar adeptos, más allá de los intereses particulares de los Estados y los bloques promotores, pues ofrece alternativas viables para encarar las crisis existenciales que amenazan a la humanidad.
Quizá el cambio climático ilustre –como ningún otro fenómeno contemporáneo– la urgencia de respuestas colectivas, según reconocen los compromisos promovidos por la Organización de las Naciones Unidas (onu) y otros entes internacionales.
Sin el fomento de la cooperación sur-sur y la colaboración de carácter triangular (entre dos o más países en desarrollo y una potencia industrializada o una organización multilateral) sería imposible la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), avalan distintos análisis.
El escenario actual parece poco propicio para el cumplimiento de los ODS de cara a 2030, considerando el retroceso de la financiación humanitaria y para el desarrollo, el alza de la deuda externa, las guerras, el auge armamentista y las disputas geoeconómicas.
Sin embargo, hay otra historia que está surgiendo en paralelo, dando cuenta de un periodo de interregno, «ese espacio suspendido donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer», como definiera el teórico marxista Antonio Gramsci, valoró la secretaria general de onu Comercio y Desarrollo, Rebeca Grynspan.
«El Sur es el mayor testigo de este enorme surgimiento de lo nuevo», señaló la experta en un diálogo promovido por Colombia con motivo de la celebración internacional del Día de la Cooperación Sur-Sur, el pasado 12 de septiembre.
Diversas instituciones regionales, bancos de desarrollo y nuevos instrumentos de cooperación están emergiendo en todo el Sur Global. «Estos, subrayó Grynspan, no son signos de fatiga con el multilateralismo. Son pruebas de que el Sur quiere más, y no menos multilateralismo; más, y no menos, cooperación».
El Informe Global sobre Cooperación Sur-Sur y Triangular 2025 fundamentó la pertinencia de tales nexos para abordar desafíos complejos e interconectados, como el cambio climático, las desigualdades digitales y la inseguridad alimentaria.
Las relaciones inherentes a la cooperación sur-sur sobrepasaron el ámbito regional para convertirse «en un pilar del multilateralismo, con iniciativas que cruzan horizontes y continentes», sustentó el texto, publicado por la Oficina de las Naciones Unidas para la Cooperación Sur-Sur (Unossc, por su sigla en inglés).
No obstante, la Unossc alertó sobre la apremiante necesidad de invertir en integración financiera regional, infraestructuras digitales, acción climática, energías renovables y mecanismos de respuesta a las crisis, a fin de promover resiliencia, innovación y autosuficiencia económica.
A juicio de la Organización Mundial del Comercio (OMC), las transacciones sur-sur encaran persistentes obstáculos asociados a las barreras no arancelarias, el déficit de infraestructura logística y la falta de instrumentos financieros accesibles.
Por lo general, las empresas del histórico «Primer Mundo» tienen acceso a créditos a la exportación con tasas de interés sustancialmente más bajas y plazos más largos. En cambio, en el Sur, estos instrumentos son más escasos, caros y con requisitos colaterales prohibitivos, sopesó la OMC.
Otro factor en contra son las estructuras productivas similares, dominadas por los llamados commodities. Datos estadísticos muestran que, para muchos Estados de África, América Latina y Oceanía, más del 60 % de sus exportaciones totales (incluyendo las sur-sur) se concentran en solo tres rubros primarios, entre los cuales figuran minerales, petróleo, café, cobre y soja.
La elevada dependencia de los commodities limita el comercio complementario entre esas naciones, y eleva su vulnerabilidad ante la volatilidad de los precios internacionales de las materias primas, argumentó la fuente.
Evaluaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo advierten que los costos de logística y transporte en los países menos adelantados pueden absorber entre el 15 % y el 25 % del valor total de las exportaciones, en comparación con el 6-8 % en las economías industrializadas.
A lo anterior, se suman las desventajas en el ámbito monetario, pues muchas transacciones todavía son facturadas en dólares; lo cual expone a importadores y exportadores a la volatilidad cambiaria y a los costos de conversión. Además, la carencia de mecanismos de swap de divisas entre bancos centrales del Sur agrava el problema.
Pese a los contratiempos, incrementar la cooperación sur-sur y triangular no solo es factible, sino imprescindible porque, al final de cuentas, todos somos pasajeros del barco Tierra, cuyo hundimiento deberíamos evitar.















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