Hace 37 años visité, junto a otros colegas latinoamericanos, la cárcel de Pankrac, en Praga, y pude tocar el muro frío y los barrotes de lo que fue la Celda 267, en la que estuvo preso y fue torturado el periodista y combatiente antifascista checo, Julius Fucik.
«Lo vivido aquí por Fucik fue una verdadera pesadilla», me comentó uno de los amigos, a lo que respondí: «más que una pesadilla, el héroe y periodista checo dejó impregnada en esta celda su capacidad de resistencia, su amor a la vida, su advertencia a quienes amaba, a los que llamaba a estar alertas».
En ese héroe se resumen tantas cualidades –combatiente revolucionario, militancia política, periodismo comprometido, resistencia y perseverancia–, que estudiar su quehacer profesional debe ser un compromiso con su memoria.
Debemos honrar su ejemplo y profundizar en su obra, la que él llevó a las páginas del diario Rude Pravo, la revista Tvorba, en las que publicó reportajes sobre temas sociales y culturales.
Fucik, ejemplo de combatiente antifascista y de periodista comprometido con su pueblo, fue ahorcado el 8 de septiembre de 1943 por los fascistas alemanes, en una cárcel cercana a Berlín, luego de su detención en Praga, Checoslovaquia, lugar donde había nacido, ejercido el periodismo y combatido el fascismo. De ahí que en esa fecha, cada año, se celebre el Día Internacional del Periodista.
La Organización Internacional de Periodistas (oip), que abrazó su legado y lo llevó por décadas a sus organizaciones gremiales en todos los continentes, se fundó en junio de 1946.
Congresos, seminarios, cursos de periodismo y otras muchas acciones desarrolladas por esa organización, sentaron bases en el periodismo más ético y comprometido de la contemporaneidad. Incluso instituyó la Medalla de Honor Julius Fucik, el más grande de los reconocimientos internacionales que pudieron alcanzar periodistas que han ejercido su profesión, durante las más de cuatro décadas de existencia de la organización.
Lo más notorio en la obra literaria y periodística de Fucik fue su Reportaje al pie de la horca, escrito en la cárcel de Pankrac, en papelitos que escondió de manera que sus torturadores de la Gestapo no los encontraran.
Su esposa Gusta Fucikova, también combatiente clandestina, tras ser liberada por el Ejército Rojo, concluida la Segunda Guerra Mundial, dedicó sus primeros años de libertad a encontrar algún rastro que le llevara a los días finales de su esposo. Fue entonces que encontró al guardián de la cárcel de Pankrac, A. Kolinsky, quien fue la persona que suministró papel y lápiz a Fucik y luego sacó y resguardó las hojas manuscritas.
Fucikova reunió todos los papelitos, los organizó, y de esa forma vio la luz la última obra de su esposo.
Julius Fucik fue un periodista que supo hacer valer la fortaleza moral y ser consecuente en la lucha contra el fascismo, bandera que enarboló hasta su muerte.
Su legado no es cosa del pasado, como tampoco el horror contra el cual luchó y que le arrebató la vida.
En la franja palestina de Gaza hoy reverdece el fascismo sanguinario, representado por un Gobierno israelí que, solo en la cuenta de periodistas muertos, ha cobrado allí la vida de más de 200 de estos profesionales.
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