
La formulación de la política exterior de ee. uu. durante la Guerra Fría estuvo marcada por la visión de Nicholas Spykman, teórico de relaciones internacionales, considerado uno de los padres de la geopolítica moderna.
Sus ideas fueron fundamentales para la conformación de la estrategia de contención, que tanto tuvo que ver con lo acontecido en Nuestra América desde el año 1945: proliferación de bases militares, invasiones directas e indirectas, golpes de Estado y dictaduras militares.
Adaptando estos principios a las circunstancias actuales, la doctrina militar del Pentágono se basa en la integración de nuevas tecnologías, el enfoque multidominio y la preparación para enfrentar amenazas, tanto convencionales como no convencionales.
Esto implica identificar vulnerabilidades en los sistemas enemigos y emplear patrones de comportamiento que oculten las intenciones de ee. uu., hasta que sea demasiado tarde para una respuesta efectiva.
La estrategia integra las capacidades cibernéticas con otros instrumentos de poder militar y diplomático, que permitan realizar campañas coordinadas, incluso por debajo del umbral del conflicto armado tradicional, para eliminar, o al menos desorganizar, las actividades enemigas.
Pone énfasis en la modernización de las fuerzas armadas, especialmente en áreas como la guerra electrónica, el ciberespacio y el espacio exterior. Reconoce la importancia de operar en el espectro electromagnético, así como el desarrollo de capacidades de Inteligencia Artificial (ia) y de sistemas autónomos para mantener la superioridad tecnológica.
De esa manera, la nueva doctrina busca desviar la atención de los adversarios hacia áreas secundarias o terciarias, obligándolos a dispersar sus esfuerzos y recursos, lo que debilitaría su capacidad de respuesta en áreas de mayor interés para ee. uu.
El Departamento de Defensa ha presentado proyectos que integran la inteligencia artificial avanzada para acelerar la toma de decisiones en operaciones clave, como el Thunderforge. Estos sistemas permiten a los comandantes analizar grandes volúmenes de datos, simular escenarios –juegos de guerra– con ia y recibir recomendaciones sobre el despliegue de recursos militares en tiempo real.
Otro ejemplo es el Proyecto Replicator, que puede desplegar miles de drones autónomos y sistemas de armas inteligentes, integrando la ia en vehículos aéreos, terrestres y marítimos no tripulados para vigilancia, defensa y operaciones ofensivas.
El Pentágono ha firmado contratos millonarios con empresas líderes en ia, como Openai, Google, Palantir y Anduril, en pos de desarrollar soluciones más efectivas para el combate moderno, la guerra cognitiva y el funcionamiento, incluso, del aparato burocrático de las Fuerzas Armadas.
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