No es casual que su primera visita a Cuba, en 64 años, fuese a territorio ilegalmente ocupado, para cumplir órdenes del amo, en contra de su país y de los cubanos de allá y de aquí.
El anexionista y congresista anticubano Carlos Giménez dijo, en marzo pasado, sentirse «profundamente honrado» de haber ido a «Guantánamo Bay», para supervisar e impulsar la preparación de los campos de concentración de migrantes en la base militar estadounidense, lo que ha concitado el repudio generalizado por la comunidad que dice representar.
No por gusto sus posiciones racistas y cómplices de las deportaciones masivas y la política migratoria de Trump, violadoras de todos los derechos y libertades, le ganaron un puesto en el cartel de los traidores a la comunidad latina en las avenidas de la Florida, y el epíteto mediático de hipócrita.
Pero es que lleno de cargos en la Cámara de Representantes, tanto en el Comité de Seguridad y Defensa como en el subcomité de Seguridad Nacional sobre Transporte y Seguridad Marítima del Comité de Servicios Armados, en lugar de ejercer sus «superpoderes» para ayudar a sus electores migrantes y sus familiares, en medio de la actual cacería humana, les da la espalda y los vuelve a despreciar en su obsesión por «extinguir el régimen», «exterminarlo» o «desaparecerlo», como ha afirmado otras veces, mediante el estrangulamiento económico y la suspensión de cualquier vínculo entre ambos países y pueblos.
Una y otra vez cada acción, proyecto subversivo y cada plan contrarrevolucionario que trama o auspicia, van en contra de todos los cubanos, de las familias en Estados Unidos, en Cuba, y en otras partes del mundo.
Su odio enfermizo hacia la Isla lo ha hecho enfrentar críticas por priorizar una agenda anticubana obsesiva, y no atender problemas locales en la Florida, como la grave situación migratoria, el costo de la vida o el crimen.
En correspondencia con su metamorfosis hacia la extrema derecha, su involución habla por sí sola de sus posiciones fascistoides, que le llevaron de apoyar a Hillary Clinton, en 2016, a «aliado incondicional» de Trump, en 2020, e integrante del Freedom Force, un equipo de republicanos enfocados en combatir el «socialismo» en EE. UU.
Pero los calificativos del actual congresista tienen antecedentes reveladores. El Nuevo Herald, del 14 de septiembre de 2020, utilizaba ya este titular: El alcalde Carlos Giménez es un gran hipócrita, perfecto para el Washington de Trump.
Y denunciaba el diario miamense: «El republicano, de 66 años, ha pasado toda su vida profesional aprovechándose del sector público, obteniendo cuantiosos sueldos de las nóminas de la ciudad de Miami y del condado Miami-Dade, y viajando por el mundo con dinero público. Ahora, su candidatura al Congreso por el Distrito 26 de la Cámara de Representantes (...) es una cacería más de beneficio público.
«En otras palabras –continuaba el periódico–, Giménez quiere estar en condiciones de hacer más de lo que ya ha hecho en Miami-Dade: trabajar en nombre de los intereses de sus amigos de negocios, donantes de campaña y familiares con conexiones políticas, canalizando los dólares de los impuestos al sector privado».
Pero, ¿quiénes son los amigos y mafiosos cercanos a Giménez?
Su relación con el secretario de Estado, Marco Rubio, se basa en una alianza política sólida, centrada en la oposición al Gobierno cubano, y en la promoción de una agenda conservadora en la Florida. Su colaboración abarca desde apoyo mutuo en cargos públicos hasta acciones coordinadas contra Cuba, aunque también comparten críticas por su manejo de temas migratorios y prioridades legislativas.
Otros jinetes apocalípticos de su pandilla son los también congresistas republicanos Mario Díaz-Balart y María Elvira Salazar, vividores del negocio de la guerra contra la Mayor de las Antillas, y partidarios de la invasión militar y de cuanta medida de asfixia promuevan Rubio y otros capos de la mafia anticubana.
Lo dicen los carteles, la prensa, la mayoría que se afecta con su desempeño en el Capitolio, y lo auguraba el diario de la Florida desde 2020: «Porque la ética de Giménez no solo apesta, sino que su vida privilegiada lo ciega y se está preparando para obtener más beneficios».
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