El ascenso de la derecha boliviana en las elecciones del pasado fin de semana estuvo marcado tanto por la situación económica y social del país como por los tropiezos de una izquierda que, en los últimos tiempos, se ha desgastado en disputas internas dentro de la más importante de las agrupaciones políticas, el Movimiento al Socialismo (MAS), que había llegado a la cima desde el año 2006, con un extraordinario apoyo popular.
Este domingo, el centroderechista Rodrigo Paz, del Partido Demócrata Cristiano, obtuvo el 32,8 % de los votos en la primera vuelta por la Presidencia de Bolivia, y disputará una segunda vuelta contra el derechista liberal y expresidente Jorge Quiroga, quien obtuvo el 26,4 %.
Esto quiere decir que entre ambos contendientes se decidirá, el venidero 19 de octubre, quién será el nuevo mandatario boliviano y qué peso tendrán las agrupaciones que lo han nominado, en el presente y futuro del país.
A la izquierda, mientras tanto, le queda la autocrítica, el replanteo de estrategias, y la convicción de que todo lo que vaya contra la unidad de las fuerzas progresistas solo conduce a la fractura de sus agrupaciones.
En Bolivia, como ha ocurrido en otros países de Sudamérica, cuando la izquierda ha estado en el poder, la falta de unidad y desacuerdos internos se han unido a factores económicos y sociales, colapsando la continuidad. La inflación, la baja de precios de las materias primas, son ejemplos de cómo ha disminuido la capacidad productiva, impactada también por los prolongados años de pandemia y la emigración de una importante cantidad de fuerza productiva, todo lo cual ha mellado el desarrollo de proyectos sociales que han quedado inconclusos.
Y es que la unidad no puede quedarse en el llamado o en la consigna, sino reflejarse en principios que la sustenten y en valores que se defiendan a toda costa.
Solo la unidad permite resistir los embates de una derecha que, si algo sabe hacer, es aprovechar las brechas divisionistas de sus adversarios, y a través de promesas, que luego no se hacen realidad, convencer a una parte del electorado que vive la incertidumbre de a quién favorecer con el voto.
La izquierda debe hacer uso de la autocrítica como arma política para ser ejemplo ante sus seguidores. Solo así pudieran tener explicaciones convincentes las más notorias derrotas electorales de la izquierda en el continente.
Es muy complicado poder explicar de otra forma cómo en Argentina llegó a la Casa Rosada, con el voto de una buena parte de la población, un Javier Milei, acompañado con una motosierra que, aseguró muchísimas veces, usaría para talar al Estado y a sus instituciones sociales, y llevar al país al modelo neoliberal ya practicado en los años de Mauricio Macri.
¿Qué le ha faltado a esas izquierdas que ya han estado en el poder y construían proyectos en beneficio de su pueblo y, a la hora del voto, no obtuvieron los suficientes para dar continuidad a esa obra?
La izquierda latinoamericana debe pasar a una ofensiva en la ética y en los principios y valores que la sustentan, de manera que sus bases se vean representadas, no como actores pasivos, sino como componentes básicos para proyectar y consolidar conquistas.
COMENTAR
Tomas dijo:
1
19 de agosto de 2025
10:59:15
Raul Respondió:
19 de agosto de 2025
21:19:57
William Respondió:
20 de agosto de 2025
05:06:35
Responder comentario