ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Los presidentes Vladímir Putin, de Rusia, y Donald Trump, de Estados Unidos, serán los protagonistas, este 15 de agosto, de una cumbre bilateral en Alaska que puede, al menos, aliviar las tensiones mundiales en un contexto de guerras, amenazas, sanciones y de un auge militar de pesadilla.

Líderes de la Unión Europea y de varios gobiernos del Viejo Continente, no invitados a la reunión, emitieron una declaración en la que se expone la actual política de presión contra Rusia, más bien como un reclamo por no haber sido incluidos en el «convite».

Se trata de la «rusofobia» que ha caracterizado a los representantes de la Unión Europea, y que quieren imponer como muro de contención para que fracase cualquier iniciativa de paz y prevalezca el negocio de la guerra.

Los firmantes prometieron que, por su parte, están dispuestos a seguir brindando apoyo militar y financiero a Kiev, mantener en vigor las sanciones contra Moscú, e imponer nuevas medidas punitivas.

Entretanto, Volodimir Zelenski manifestó que no reconocerá los resultados de esa conversación, pues no ha sido invitado. Creo y espero que el Presidente de Estados Unidos lo comprenda, dijo. Además, según RT, no descartó la posibilidad de llevar a cabo «una reunión trilateral a nivel de líderes».

Independientemente de esas amenazas a cualquier acuerdo, la cita entre los mandatarios de Rusia y Estados Unidos ha sido muy esperada, y ha generado distintas expectativas.

Hasta la fecha han sido reiteradas las ocasiones en las que el Presidente de EE. UU. ha afirmado que resolvería el conflicto en Ucrania: primero, a los tres días de tomar su asiento en la Casa Blanca; y luego, amenazó con que su país no enviaría más armas a Kiev, y no aportaría más dinero a esa guerra. A los pocos días ofreció declaraciones que contradecían las anteriores, lanzando dardos envenenados contra Rusia y su Jefe de Estado.

No obstante, por la capacidad mediática que maneja Trump para aparecer como el «resuélvelotodo», y su modo de actuar –léase sanciones, amenazas y otras– que convierte a no pocos gobernantes en reos de su festinado accionar, es bastante difícil apostar a que alguno de los grandes problemas de hoy puedan tener una solución, si el diálogo no está acompañado del compromiso real de los involucrados, sin que factores externos se inmiscuyan y traten de imponer sus ambiciones hegemónicas.

Es complicado cuando los antecedentes nos presentan a un Donald Trump que, en su primer mandato en la Casa Blanca, rompió con varios acuerdos internacionales de gran envergadura, fundamentalmente el del Tratado de abolición de los cohetes nucleares de mediano alcance.

Es el mismo que hoy aplica una descabellada «guerra de aranceles» para, a través del dinero, tratar de construir un mundo a su semejanza.

La cita entre Trump y Putin se ha pactado para Alaska, el estado número 49 de EE. UU., un lugar que el 30 de marzo de 1867, el entonces Imperio ruso vendió a Estados Unidos por 7,2 millones de dólares en oro. Tenía una superficie total de 1,5 millones de kilómetros cuadrados, por lo que se convirtió en el mayor estado de la nación norteamericana.

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