Los gastos bélicos en el mundo aumentan de forma acelerada, sin importar los daños ecológicos y a sabiendas de que la carrera armamentista intensifica la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), agravantes del calentamiento global.
Según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri, por su sigla en inglés), el monto ascendió a más de 2,7 billones de dólares en 2024, lo que significó un alza del 9,4 % en términos reales frente a 2023.
Los cinco punteros –Estados Unidos, China, Rusia, Alemania e India– representaron el 60 % del total, con un gasto combinado de 1,6 billones de dólares, detalló el reporte.
Por los cálculos del organismo, la carga militar global; es decir, la proporción del producto interno bruto (PIB) mundial destinada a tales fines se elevó al 2,5 % el año pasado.
En el caso de EE. UU., la cifra aumentó a 997 000 millones de dólares, debido, entre otras razones, al interés por «modernizar las capacidades militares y el arsenal atómico, para mantener la ventaja estratégica frente a Rusia y China», valoró el Sipri.
Otros miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) también acrecentaron sus partidas; ello arrojó un saldo conjunto superior a los 1,5 billones de dólares, equivalentes al 55 % del gasto militar mundial durante el ejercicio precedente.
En relación con el tema, el Transnational Institute (TNI) llamó la atención sobre los efectos en un informe de 2023 titulado El clima bajo fuego cruzado: Cómo el objetivo del 2 % de gasto militar de la OTAN contribuye al colapso climático.
Las medidas de mitigación y adaptación frente al fenómeno, recordó el texto, sufren un déficit crónico de financiación, pues «los países más ricos, que son los principales responsables del colapso ambiental, no han sido capaces de cumplir ni siquiera sus limitadas promesas».
Sin embargo, están incrementando los presupuestos para la esfera defensiva y los estímulos directos a empresas privadas ligadas al sector, entre ellas, firmas de alta tecnología, cuyas producciones son de uso dual (civil y militar).
De tal forma, la huella de carbono militar de la OTAN, ejemplificó el TNI, pasó de 196 millones de toneladas métricas equivalentes de co2 (tco2-eq) en 2021, a 226 millones de tco2-eq en 2023; es decir, 30 millones de toneladas más en dos años.
Cuando la investigación salió a la luz, el bloque contaba con 31 integrantes, los cuales prometieron destinar a la defensa montos semejantes al 2 % de sus respectivos PIB nacionales.
El cumplimiento del objetivo podría generar una emanación adicional de 467 millones de toneladas de dióxido de carbono en ocho años, reveló la pesquisa del TNI.
Si los socios de la alianza trasatlántica ejecutan el compromiso del 2 %, entre 2021 y 2028 su huella de carbono militar colectiva será de 2 000 millones de tco2-eq, superior a las emisiones de GEI anuales de Rusia, uno de los principales productores de petróleo del orbe, precisó el examen.
Pero el riesgo latente sigue creciendo: la OTAN anunció, en junio de 2025, que la inmensa mayoría de sus actuales 32 miembros pretende elevar la proporción hasta un 5 % del PIB de aquí a 2035.
Al respecto, el Centre Delàs d’Estudis per la Pau fundamentó que todas las etapas del ciclo económico militar se relacionan con daños específicos al medioambiente, desde el consumo de energía y recursos necesarios para la actividad militar habitual, los ensayos y la producción de armas, así como su transporte, hasta la reconstrucción posconflicto, lo cual incluye la contaminación provocada por los desechos tóxicos, la deforestación, la pérdida de hábitat y de ecosistemas como consecuencia de la militarización y los conflictos.
La transición ecológica, sustentó la institución española, pasa necesariamente «por procesos de desarme y desmilitarización: reducción del gasto militar mundial, conversión de la industria armamentística en industria de energías renovables, y desmantelamiento del arsenal nuclear».
Cada ocho horas la humanidad está gastando en cuestiones militares la misma cantidad de dinero que tiene la Organización Mundial de la Salud para un año entero, denunció el director general del organismo, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
De conformidad con Naciones Unidas, el 8,2 % de la población terrícola –unos 673 millones de personas– pasó hambre en 2024; entonces, también hace falta repartir más comida y menos armas.
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