
Es irónico que, a pesar de autodenominarse «el país de la libertad», Estados Unidos posea la mayor población carcelaria a nivel mundial. Según el Informe sobre prisiones en el mundo (World Prision Brief) del Instituto de Investigación sobre Políticas de Crimen y Justicia, en 2021, EE. UU. contaba con 2 094 000 personas privadas de libertad; lo que equivale a una tasa de encarcelamiento de 639 (proporción de reclusos por cada 100 000 habitantes).
La población carcelaria de EE. UU. crece debido a factores como: políticas más punitivas, ampliación de conductas delictivas, endurecimiento de la ley, y cambios en las pautas de la delincuencia; pero esto no es lo único que influye en el aumento de la cifra. La reciente arremetida de la administración Trump contra los migrantes ha propiciado que miles de personas con estatus migratorio irregular hayan sido encarceladas.
Mantienen el mayor sistema de detención de inmigrantes del mundo, en el que miles de personas son arrestados y recluidos en condiciones que han sido denunciadas por organismos humanitarios como «infrahumanas» y «negligentes».
Las prisiones y centros de detención violan, en muchos casos, las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamiento de los Reclusos. Un ejemplo es el recientemente inaugurado Alligator Alcatraz, construido en un antiguo aeropuerto en el medio de una reserva ecológica de los Everglades, al oeste de Miami.
Para la construcción de este «campo de concentración migratorio» fueron instaladas carpas de lona con literas en celdas de alambre entrelazado, baños portátiles y generadores eléctricos. A menos de un mes de la puesta en marcha del centro ya existen reportes de las infrahumanas condiciones a las que son sometidos los reclusos.
Los atropellos contra los reclusos de Alligator Alcatraz solo son un reflejo del sistema penitenciario estadounidense que, durante años, organismos humanitarios como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han denunciado por las violaciones a los derechos humanos que sufren los reos.
Las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamiento de los Reclusos establecen que se debe tratar a los reclusos con el respeto debido a su dignidad y valor inherentes al ser humano, prohibir y protegerlos de toda forma de tortura y malos tratos, así como del aislamiento indefinido y prolongado, el encierro en una celda oscura o permanentemente iluminada y la reducción de alimentos o agua.
Es contradictorio cómo su accionar es muy parecido a lo que juzgan en otras naciones. Ya lo dijo Fiódor Dostoievski en su novela Memorias de la casa muerta: «El grado de civilización de una sociedad se mide por el estado de sus prisiones».
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