ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

«A la radiación nadie le pedirá pasaporte, visa o permiso de residencia. Penetrará y cruzará todas las fronteras. Pero, ¿quién está pensando en eso ahora?», alertó la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, María Zajárova.

El «tira y afloja» nuclear al que se está jugando en Oriente Medio puede acarrear consecuencias irreversibles para la humanidad. Pareciera haberse olvidado que en la historia ya tuvimos una Hiroshima y una Nagasaki, que aún duelen en la piel de quienes la sufrieron en el momento y en la de quienes, muchas generaciones después, las padecen.

La «Little Boy» (en Hiroshima) y la «Fat Man» (en Nagasaki), tenían 16 y 21 kilotones, respectivamente, y cayeron con una potencia destructiva que ocasionó la muerte de entre 105 000 y

120 000 personas, además de resultar heridas otras 130 000. Las bombas provocaron una devastación inmediata, pero también dejaron secuelas irreversibles para los sobrevivientes

Según informes de la Asociación Nuclear Mundial, a las muertes por la explosión o exposición aguda se sumaron desde entonces las debidas a cánceres y leucemias inducidos por radiación, que ascendieron a unas 400 en tres décadas.

Cincuenta años después, se seguía monitorizando a unos 93 000 supervivientes expuestos. Además, enfermedades como la leucemia aumentaron dos años después y alcanzaron su punto máximo entre los cuatro y seis años posteriores. Otros tipos de cáncer comenzaron a aparecer unos diez años más adelante. Se calculó un aumento del riesgo de cáncer de 1,05 veces más de lo normal.

Sin embargo, 80 años después, el arsenal nuclear de las principales potencias tiene un nivel de desarrollo que no ocasionaría miles de muertos y heridos solamente, sino que podría propiciar la extinción de la raza humana.

Shannon Kile, director del Programa de desarme nuclear, control de armas y no proliferación, del Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo (Sipri), en una entrevista con la Agencia Anadolu dijo:

«El rendimiento explosivo y la cantidad de energía liberada cuando detona un arma nuclear ha crecido exponencialmente desde 1945. En el actual arsenal nuclear de Estados Unidos, las ojivas w88, desplegadas en misiles lanzados por submarinos Trident ii, tienen un rendimiento estimado de 475 kilotones, en comparación con el rendimiento estimado de 14-16 kilotones de la bomba Little Boy».

Las consecuencias ambientales, de lanzarse las ovijas, serían graves. Como resultado de las detonaciones se podría desarrollar una serie de afectaciones subsecuentes: lluvias radioactivas, que podrían persistir por largos periodos, contaminando el suelo, el agua y la vegetación; zonas completas declaradas inhabitables durante varias generaciones, y destrucción de hábitats completos; pérdida de biodiversidad y desequilibrios ecológicos, según han planteado algunos expertos.

En el contexto actual, es lamentable ver como todavía existen Estados que «juegan» una «partida nuclear» que absolutamente nadie va a ganar. Como advirtió el filósofo austríaco Günther Anders, «La humanidad sigue habitando el umbral de su autodestrucción, empujada por la lógica destructiva del capitalismo y su expresión más mortífera: el armamento nuclear».

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