El demonio, identificado con una gran dosis de racismo presente en la administración Trump, está llevando algunos estados de esa nación a una guerra, cuya expresión más visible es la cacería de inmigrantes y el fomento de leyes que discriminan a la población foránea que vive en Estados Unidos.
Lo que ocurre por estos días en la ciudad estadounidense de Los Ángeles, y que se ha trasladado hacia otras partes de la nación, es una clara expresión de la crisis de un sistema que habla de libertades y derechos humanos, mientras lanza a miles de soldados, incluyendo marines, para reprimir a quienes protestan por la cacería que se viene escenificando contra los migrantes.
Los militares estadounidenses, en pleno zafarrancho de combate, están empleando, entre otros medios de «disuasión», las granadas de esponja, un pedazo de metal cubierto de goma que actúa como proyectil.
Este tipo de munición no debe dispararse directamente contra los individuos, indicó el Departamento de Policía de Los Ángeles; sin embargo, en uno de los videos más virales de las protestas en California, se observa a un policía disparar una granada de goma contra una reportera australiana, según reporta Sputnik.
Otra arma es el llamado cartucho «vean bag», cargado hasta con 40 perdigones, que se dispara desde escopetas. Se unen los más conocidos como gases lacrimógenos y los spray y balas de pimienta.
En un informe elaborado por el Instituto de Investigación sobre la Equidad de la usc (Universidad de California), presentado en la quinta Cumbre anual sobre inmigración, aparece que existen 3 500 000 inmigrantes en Los Ángeles, lo que representa el 34 % de la población en esa ciudad. En toda California la cifra supera los 10 600 000, provenientes de Asia y América Latina, fundamentalmente.
Por supuesto, esas personas tienen familias, están involucradas como trabajadores dentro de la economía del Estado y, en su gran mayoría, tienen legalizada su estancia en ese país.
Un dato importante recogido en el informe de la citada universidad es que los inmigrantes de Los Ángeles habían contribuido con más de 10 000 millones de dólares en impuestos.
Por todo ello, resulta difícil aceptar que se les trate como a delincuentes comunes y se les expulse de la nación donde han constituido sus familias. No hay justificación alguna para que se emprenda una cacería contra ellos, se les espose, maltrate y se les obligue a abandonar todo lo que han edificado durante años.
Es la fiebre de racismo que corroe a la actual administración, que ha provocado una explosión social que ha llevado al caos a Los Ángeles y a otras ciudades estadounidenses.
Desde el inicio de las manifestaciones, Trump ordenó el envío hacia esa ciudad de 2 000 militares y 700 infantes de marina, lo que fue calificado por el gobernador del estado de California, Gavin Newom, como «una maniobra que solo provocará más tensiones».
Este 10 de junio, el presidente Trump aseguró que podría usar una ley del siglo xix (1807) para reprimir las manifestaciones en el estado de California, considerando las protestas actuales como «insurrección», contra la cual puede usar a las Fuerzas Armadas.
Y argumentó: «hubo zonas en Los Ángeles, en las que podía decirse que hubo una insurrección».
Lo que ocurre en el autollamado «país de la democracia, las libertades y oportunidades», no tiene nada que ver con la verdadera realidad, entre redadas contra inmigrantes, represión masiva y otros demonios que han violentado a la ciudad de Los Ángeles.
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