ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Miembros del Grupo de Exhibición. Foto: Pérez López, Yesey

HENAN.–Mucho antes de llegar, cuando solo se vislumbran las siluetas de las pagodas, ya se intuye la importancia histórica de este sitio.

Miles de peregrinos y visitantes –desde curiosos hasta artistas marciales– atraviesan cada día las puertas del Templo Shaolin, muchas veces para buscar, más que un recuerdo, una conexión con algo profundo.

Además de preservar una historia de siglos, aquí se respiran valores como la disciplina, la armonía y la superación personal. Son principios tan importantes que han moldeado filosofías de vida más allá de las fronteras de China.

Aunque el cine ha contribuido a multiplicar sus leyendas de fuerza y virtuosismo físico, las esencias de Shaolin también están en detalles sutiles: el sonido de los pasos en las escaleras, el viento que pasa entre las pagodas, el aroma a incienso y el singular talento de los jóvenes del equipo de Wushu, cuya destreza es testigo de una tradición que trasciende ficciones.

EL LEGADO QUE PASÓ A SER PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

El nombre del templo proviene de su ubicación al pie de la montaña Shaoshi y el bosque que lo rodea. «Shaolin» es la suma de shao –abreviatura del nombre de la montaña– y lin –bosque–, que puede traducirse como «bosque de la montaña Shao» o, más poéticamente, «bosque joven».

Su construcción se remonta al año 495, y en su trayectoria hay varios momentos en que fue destruido y, luego, renovado. Hoy se muestra impresionante a quienes lo visitan, atestiguando cómo las raíces y la cultura prevalecen ante los más diversos contextos.

Para comprender la trascendencia de Shaolin, es esencial entender que no se trata de un único edificio, sino de un complejo arquitectónico integrado por una decena de estructuras interconectadas. Entre ellas, se destacan el monasterio principal (con sus salones de meditación y entrenamiento) y el observatorio astronómico, que es uno de los más antiguos de Asia.

En el año 2010, la Unesco aprobó la inscripción en la lista de Patrimonio de la Humanidad del conjunto de ocho edificaciones que abarcan 40 kilómetros cuadrados e incluyen, según la información oficial, «las tres puertas Que Han, vestigios de los edificios religiosos más antiguos del Estado chino; varios templos; la plataforma del reloj de sol de Zhougong; y el observatorio de Dengfeng».

La organización destacó que los monumentos «constituyen algunos de los mejores ejemplos de edificios antiguos dedicados a actividades de carácter ritual, científico, tecnológico y educativo».

Y es que aquí también ha estado presente la ciencia. En el observatorio, uno de los más antiguos del mundo, el astrónomo Guo Shoujing, en 1276, calculó el año solar con un margen de error de solo 26 segundos, unos 300 años antes de que en Europa se propusiera el calendario gregoriano.

A 300 metros del templo se encuentra el Bosque de las Pagodas, en el cual han sido sepultados eminentes monjes y abades. Cuenta con una superficie de 20 000 metros cuadrados y con alrededor de 240 pagodas funerarias de ladrillo y piedra, construidas entre el año 791 y 1803. Las torres tienen diferentes niveles, generalmente del uno al siete, aunque su altura es inferior a 15 metros.

Es la agrupación de pagodas funerarias más grande de China. Constituye un lugar patrimonial de gran relevancia para el estudio de aspectos arquitectónicos, escultóricos y relacionados con la religión del gigante asiático.

PRESERVAR LA CULTURA DE LAS ARTES MARCIALES

No es posible hablar del templo sin hacer referencia a las artes marciales que se han practicado en él durante siglos.

El Wushu Shaolin es altamente valorado a nivel mundial, y constituye un importante patrimonio cultural del gigante asiático, que atrae a numerosos aficionados al kung fu. 

Más allá de sus valores físicos, este también ha sido el origen de una filosofía de influencia profunda para millones de personas.

«Creo que las artes marciales son una forma de cultura china. De hecho, cuando practicamos Wushu, estamos conociendo la cultura Shaolin, y luego toda la cultura china a través de él. La cultura lo abarca todo, no se trata solo de técnicas de lucha, sino también de la filosofía de la vida», considera el maestro Liang Xiaolong, del Centro de Entrenamiento de Wushu del Templo Shaolin.

Esta institución fue creada en 1986, con el propósito de fortalecer y promover la cultura tradicional china y el Wushu Shaolin. Cuenta con salas de actuación, de entrenamiento, de meditación y un museo, entre otras áreas.

Ubicado en las proximidades del templo, el Centro tiene entre sus funciones la investigación y la formación de estudiantes de este arte marcial. También acoge al Grupo de Exhibición de Kung Fu Shaolin, constituido por más de 200 monjes marciales, que realizan varias exhibiciones diarias para el público visitante.

El trabajo de la institución contribuye a que esta cultura continúe promoviéndose.

«Hoy día, más jóvenes en China están aprendiendo artes marciales», explica el maestro Liang, y destaca que los jóvenes aprenden más sobre las tradiciones mediante los medios de comunicación y las plataformas de internet. Sin descartar los retos en el camino, el entrenador afirma que quienes perseveren en el entrenamiento de las artes marciales, «tendrán un gran éxito en la vida».

La perseverancia es, quizá, una de las virtudes más importantes relacionadas con el templo y sus múltiples legados. Por eso, la capacidad de convertir la disciplina en sabiduría hace que Shaolin sea más que su propio nombre: es una leyenda real.

Entrada al Templo Shaolin. Foto: Pérez López, Yesey
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