Si en la página de periódico se pudiesen reproducir videos, esta columnilla de lunes sería sencillamente intrascendente, porque lo que la motiva hoy es una secuencia de cuadros con sonido que, por sí sola, se iría por encima de la profundidad que permiten las 600 palabras.
Pero la página sigue siendo la página, y hay cosas que uno quiere que se sepan cuando esta plana llegue a las manos de la gente de Campoamor, en el oriental Vega del Jobo, aunque sea una semana a destiempo.
Resulta que Roberto, un compañero chileno, me envió impactado, hace ya casi un mes, el video breve y telúrico en el que una muchacha, sentada sobre los hombros de alguien más que la multitud no permite definir, lleva una bandera palestina tras sus brazos estirados en alto, mientras sus labios dibujan expresivos y sinceros la letra de La Internacional.
La «captura» se produjo en el último 1ro. de mayo en la Plaza de la Revolución, La Habana. Al fondo se ve inmensa una bandera de Cuba, en realidad dos: una enorme flotando entre las cabezas de la gente que pasa y otra estirándose desde un edificio, junto al contorno del rostro del Che.
El pelo largo le cae en dos hasta el abdomen y la chiquilla aprieta los ojos y canta, aprieta los bordes de la bandera y canta, y nos da a todos y todas una lección de lo que es la belleza y la fuerza del sentir.
Hay dos maneras de enterarse de lo que es un 1ro. de mayo en Cuba. Una es la imagen panorámica y lejana que muestra una de las principales avenidas de la capital tomada por el pueblo. Otra es la estampa de esta mujer en ciernes entre la multitud, que busca levantarse sobre las carnes humanas y desdoblarse en la canción, en esa canción.
Y yo conocía ese rostro. Era el de Gaby, que recién salió de las aulas de Derecho de la Universidad de La Habana. Antes y después de salir de esos muros, ella y Amalia, otra que sabe cantarle y gruñirle al viento, se han erigido como la poesía personificada de lo incansable.
En lo alto de las lomas de este país, en los claroscuros de la conspiración militante, en la agresividad del sentimiento «impuro» de quienes quieren y se fajan por que el mundo acabe de florecer mañana mismo, van ellas, carnes de cañón para cualquier melodía por inventar que ruja y saque lágrimas; pero más que eso gatillo de cañón, espalda y brazos para tambor de lucha.
Ellas, las emperradas, las que mientras peor se ponga todo más revolución van a exigir y van a hacer, y más van a mirar al pueblo, resultan al mismo tiempo la metáfora de la patria; no de la intocable de los manuales de historia, sino de la cierta y cotidiana, sagrada y sucia, la que está hecha de conflicto, tierra y sueño.
Ni a la imagen de ellas ni a la de la plaza en pleno tomada por la gente se le puede fallar, porque es fallarle a la patria. Lo que manche y agrie a cada una de esas dos cosas, que son las que nos quitan el dormir y nos dan algo verdadero en qué creer, mancha y agria la patria.
¿Y qué es la patria? Pues parafraseando aquel poema de Rafeef Ziadah, que tanto gritan esas dos chiquillas por todas partes: una mujer «de color» que viene con todos los colores de la ira.
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Ramón. dijo:
1
3 de junio de 2025
10:48:53
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