
Según el doctor en demografía José Eustáquio Diniz Alves, de la Escuela Nacional de Ciencias Estadísticas, la humanidad ya ha agotado la biocapacidad de la Tierra. En 1961, el mundo tenía un superávit ambiental de 2 600 millones de hectáreas globales (gha). Debido al crecimiento demoeconómico, el superávit se transformó en déficit a partir de la década de 1970. En 2016, la huella ecológica total de 20 600 millones de gha ha superado la biocapacidad total de 12 200 millones de gha. Por tanto, el déficit ecológico es de 8 400 millones de gha. La Tierra tiene una sobrecarga del 70 %.
Es erróneo creer que la devastación ambiental solo es resultado del consumo de las naciones ricas. La sustentabilidad ecológica depende también de la cuestión demográfica, agravada, sobre todo, por las naciones más pobres. Según el Global Footprint Network, en 2016 la población de altos ingresos era de 1 130 millones de habitantes, con una huella ecológica per cápita de 6 gha (la huella ecológica de Estados Unidos es de cerca de 8 gha). Es un índice elevado, aunque menor a los 8 400 millones al déficit global existente ese año.
Alves señala que, aunque se eliminara todo el consumo de los ricos, el resto de la población mundial (sin los ricos) seguiría teniendo un déficit ambiental de cerca de 1 600 millones de gha. O sea, si las personas de altos ingresos del mundo fueran «eliminadas mediante un pase de magia», aun así el resto de la población mundial tendría una huella ecológica total de 13 800 millones de gha, para una biocapacidad global de 12 200 millones de gha. Sin los ricos, el planeta continuaría teniendo un déficit ambiental del 13 % (un gasto correspondiente a 1,3 planetas).
El autor nos propone que nos imaginemos un mundo con el mismo nivel de consumo. Y que, gracias a los avances tecnológicos y un estilo de vida frugal, el impacto fuera mucho menor; por ejemplo, una huella ecológica de solo 2 gha por habitante (inferior a la huella ecológica de 2,75 gha del mundo en 2016).
Considerando que la biocapacidad total de la Tierra es de 12 200 millones de gha, ¿existiría sustentabilidad ambiental en ese escenario de una huella ecológica media de solo 2 gha? Sí, habría un superávit ambiental si la población fuera inferior a los 6 100 millones de habitantes. Pero una población de casi 8 000 millones como la que se avizora, viviría con un déficit ambiental. Aunque la huella ecológica per cápita mundial fuera de 1,75 gha (como la de Papúa Nueva Guinea en 2016), solo se produciría un superávit ambiental con una población inferior a los 7 000 millones de habitantes.
Por tanto, la solución consiste en reducir el número de emprendimientos con fines de lucro para posibilitar la restauración de la vida natural. Y superar una dualidad: ¿reducir el consumo o el crecimiento de la población? Es necesario reducirlos ambos, aunque sin adoptar políticas que den por resultado el exterminio de los pobres.
Según Thodore P. Lianos (2018), el punto de equilibrio ambiental estaría en una población global de cerca de 3 000 millones de habitantes. H. Daly sugiere que la población debería mantenerse estable en un nivel compatible con el equilibrio ecológico, o sea, 3 000 millones de habitantes.
Desde el punto de vista climático, el mundo tiene de plazo hasta el año 2030 para reducir a la mitad las emisiones de co2, y hasta 2050 para eliminar las emisiones líquidas, porque el «presupuesto de carbono» se agotará.
El decrecimiento poblacional es necesario para evitar el colapso ambiental y aminorar los daños de una grave crisis ecológica. Pero no es suficiente. Es necesario también reducir el consumo y cambiar el estilo de vida.
En resumen, no basta con culpabilizar a los ricos y victimizar a los pobres. El esfuerzo encaminado a evitar el colapso ambiental tendrá que ser de todos, aunque haya responsabilidades diferenciadas.
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Luis dijo:
1
5 de enero de 2020
23:55:46
Ernesto dijo:
2
6 de enero de 2020
04:19:13
Yang Carlos dijo:
3
6 de enero de 2020
08:06:42
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