El temor en Europa ante la posible llegada al poder de fuerzas de la extrema derecha se convirtió en un debate recurrente desde inicios del 2017, un año en el cual el Viejo Continente enfrenta cruciales elecciones que decidirán su futuro.
La primera de esta serie de sufragios se celebró en Holanda la pasada semana. Contrario a lo que vaticinaban diversas encuestas y analistas políticos, el primer ministro Mark Rutte se impuso a Geert Wilders, el llamado «Donald Trump holandés», quien lideró los sondeos en varias ocasiones.
La jornada contó con una alta participación popular, alrededor del 80 % de los 12,9 millones de electores asistieron a las urnas, de acuerdo con datos de Ipsos, un instituto de sondeos.
Tras conocer su victoria, Rutte expresó «luego del Brexit y después de las elecciones en Estados Unidos, Holanda dijo no al populismo».
Sin embargo, los principales medios de comunicación enfocaron más su discurso hacia el alivio que representaba para Europa esta derrota de Wilders, líder del Partido por la Libertad (PVV).
El candidato defendía una serie de posiciones radicales que, según BBC, giraban en torno al «No»: no al Islam, no a la Unión Europea y el euro, no a la inmigración por parte de países musulmanes y no al Corán, al que calificó como un «libro fascista».
Aunque no alcanzó la victoria electoral, el PVV continúa siendo la segunda fuerza política en Holanda y aumentó de 15 a 20 su número de sillas en el parlamento.
Por su parte, y a pesar de su victoria en los sufragios, el Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), agrupación de Rutte, alcanzó solamente 33 de los 76 escaños necesarios para formar gobierno, por ello su formación deberá pactar al menos otros cuatro partidos para alcanzar una mayoría en la cámara baja.
Su principal aliado en otras ocasiones, el Partido del Trabajo sufrió un duro revés en esta ocasión al quedarse solamente con nueve de los 29 escaños con que contaba.
Se espera que el VVD pacte con Demócratas 66 (D66) y la Llamada Democrática Cristiana (CDA), con 19 escaños obtenidos cada uno.
El propio Rutte descartó una alianza con Wilders al decir que la probabilidad de gobernar junto a él «no es 0,1, sino cero».
Por su parte, Wilders afirmó recientemente, citado por Prensa Latina, que al excluirlo del proceso de negociaciones estarían dejando fuera a los más de un millón de holandeses que lo votaron.
La actual ministra de Salud holandesa, Edith Schippers, es la encargada de realizar las negociaciones para la conformación del gobierno con varios de los líderes de los partidos que actualmente conforman el parlamento holandés.
LA DERECHA EN EUROPA
Esta victoria de Rutte en Holanda se ha convertido en esperanza para los países europeos que se enfrentan a elecciones este año y que temen a una posible victoria del populismo y la extrema derecha.
En Francia, el candidato presidencial Emmanuel Macron afirmó: «Holanda nos ha mostrado que el avance de la extrema derecha no es inevitable y que los progresistas están fortaleciéndose».
Macron, quien se postula por En Marche! (movimiento creado por él y que lleva sus iniciales) aparece en los sondeos como el más fuerte rival de Marine Le Pen para los sufragios del próximo 23 de abril.
Asimismo, el actual mandatario galo François Hollande, se refirió a los resultados de estas elecciones en Holanda como una «clara victoria contra el extremismo».
Desde Alemania, la canciller federal Angela Merkel vio en la victoria de Rutte una ocasión para colaborar como «europeos».
Asimismo, otros líderes de la región se pronunciaron al respecto, el primer ministro italiano Paolo Gentiloni, a través de las redes sociales escribió: «No #Nexit (juego de palabras con el Brexit inglés aplicado a Netherlands). La derecha antieuropea ha perdido las elecciones en Holanda».
Nexit hace referencia a la posible salida de Holanda de la Unión Europea en caso de que triunfara Wilders.
Por su parte, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, calificó esta como «una votación por Europa, contra los extremistas».
Durante los últimos años el Viejo Continente ha vivido un repunte de partidos y movimientos con programas antieuropeístas, xenófobos y contrarios a la migración.
En Francia y Alemania, países que se enfrentan próximamente a elecciones, tienen a partidos de la ultraderecha en los primeros lugares de las encuestas en sus respectivos países (Frente Nacional y Alternativa para Alemania).
Por su parte, en Austria, al igual que en Holanda, se logró frenar al populismo; en un reñido balotaje el pasado año el Partido de la Libertad, caracterizado por su política antinmigrantes y euroescéptica, fue derrotado.
De acuerdo con BBC «por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial ninguno de los dos principales partidos de centro del país logró pasar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales».
Los Demócratas Suecos han ganado terreno en esa nación hasta convertirse en el segundo partido político más influyente, si en el 2010 entraron al Parlamento con un 5,7 % de los sufragios, cuatro años más tarde alcanzaron un 13 %.
Asimismo, el Partido Popular Danés, que promueve una política antinmigrantes y anti-Islam, obtuvo en las elecciones del 2015 su mejor resultado histórico, convirtiéndose en la segunda fuerza política del país nórdico.
Amanecer Dorado, un partido ultranacionalista y neonazi de Grecia, es la cuarta fuerza en el Parlamento, y su principal apoyo lo encuentra en jóvenes de 18 a 24 años.
Igualmente existen movimientos sociales de derecha en una serie de países europeos.
En Finlandia, por ejemplo, se encuentran los «soldados de Odín», jóvenes que patrullan las calles con chaquetas negras decoradas con la bandera de ese país y un vikingo en la espalda.
El grupo, que surgió a finales del 2015 y toma el nombre de un Dios nórdico de la guerra y la sabiduría, se proclama como «una organización patriótica que lucha por una Finlandia blanca». Los carteles que portan dicen «los inmigrantes no son bienvenidos», y culpan a los islamistas del aumento de la criminalidad en la nación.
Este fenómeno que se viene dando en Europa hace varios años, se debe a varios factores: el temor a la inmigración como una competencia en el mercado laboral y como amenaza a la identidad cultural de los países receptores, así como a un descontento con los políticos tradicionales y la insatisfacción con el funcionamiento de la democracia.
En menos de un mes, llega el turno de Francia para decidir su futuro político, y conocer si, al igual que Holanda, le niega el avance a la ultraderecha.
















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emilio dijo:
1
24 de marzo de 2017
12:17:07
Ariel dijo:
2
24 de marzo de 2017
22:09:55
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