El martes 26 se efectuaron las primarias en cinco estados del centro este nordestino de la costa atlántica: Connecticut, Rhode Island, Pensylvania, Delaware y Maryland. Es una región de similares características demográficas, sociales, políticas y económicas, que disfrutan todas del servicio ferroviario de alta velocidad Acela, mediante el cual se conectan las principales ciudades entre Washington al sur y Boston al norte. A pesar de que Hillary Clinton y Donald Trump son de signos políticos contrapuestos, ambos eran favoritos para obtener la mayor cantidad de los delegados en juego y así sucedió.
Trump alcanzó una amplia victoria. Mayoría absoluta en los cinco estados, con votaciones entre el 64 % y el 54 %, que le valió al menos 105 delegados, de un total de 118 en juego (no entran en este total, otros 54 delegados de Pennsylvania que son electos sin estar comprometidos con ningún aspirante). Es primera vez que Trump logra vencer en todos los estados con votaciones superiores al 50 %. El más cercano rival fue John Kasich, quien solo se adjudicó 5 delegados (y la posibilidad de lograr hasta otros 8), con votaciones que oscilaron entre el 29 % y el 20 %, mientras que Cruz sufrió una aplastante derrota ya que no consiguió ningún delegado y solo entre el 22 % y el 10 % de los votos por estados).
Las cinco victorias por mayoría absoluta de Trump, con el respaldo tanto de blancos adultos mayores como de jóvenes, de personas de altos y bajos ingresos y nivel de escolaridad universitario o inferior son un indicio de que Trump pudiera nuclear el apoyo de la mayoría del electorado republicano. Sin embargo, hay otras señales que deben preocupar a Trump y los líderes republicanos. Las encuestas a boca de urna en Connecticut, Pennsylvania y Maryland muestran que la cuarta parte de los votantes republicanos no votarían por Trump para presidente en noviembre próximo y en particular el 60 % de los que votaron por los de Kasich afirmaron que tampoco darían su voto a Trump.
Trump va despejando el camino para alcanzar los 1 237 delegados necesarios para ser nominado. Su próximo gran desafío será en las primarias del 3 de mayo en Indiana, con 57 delegados a elegir. Este es un territorio desfavorable a Trump y desde hace semanas Cruz lo está trabajando fuertemente. Una victoria de Trump en Indiana dejaría prácticamente fuera de combate a Cruz; pero si Trump pierde, como es muy posible, quizá tenga que esperar hasta el 7 de junio para llegar a la cifra soñada.
Tal como están hoy las cosas, quedan por elegirse unos 502 delegados republicanos. Trump ya cuenta con 950 y necesita el 57% de esos delegados. En cuanto a Cruz y Kasich, no podrían garantizar la nominación aun cuando ganasen todos los delegados restantes. Políticamente, no resulta concebible que se dé esta última variante. Aritméticamente, aún es posible si Cruz y Kasich se aliasen y sumaran sus delegados, además de los que tienen Rubio y los otros aspirantes ya retirados, para un gran total de 915. Aún así, tendrían la difícil tarea de conquistar el 64 % de los 502 delegados restantes. Pero todo este manejo de cifras es soñar despierto, porque además hay otras decenas de delegados ya electos que no están comprometidos a votar por ninguno de los aspirantes.
La desesperada situación de Cruz y Kasich se hizo evidente con el anuncio de la “alianza” para repartir los territorios de varios estados aún por celebrar primarias, lo que fue totalmente infectivo el 26 de abril. Para remachar, el miércoles 27 Cruz anunció a su acompañante vicepresidencial en la boleta electoral: la exaspirante Carly Florina. Con ese anuncio Cruz rompió el ancestral protocolo de las elecciones primarias; nunca se anuncia el candidato vicepresidencial hasta que esté definido quién será el nominado en la Convención y esto siempre sucede, cuando más temprano, al final de la fase de primarias.
Lo único cierto y concreto es que, contra todos los pronósticos y argumentos de los “sabihondos”, Trump va despejando paso a paso el camino hacia la nominación y adquiere “carta de ciudadanía” entre el liderazgo y las bases republicanas. Pero la situación es tal que ni la victoria de Trump ni su derrota en la campaña por la nominación va a resolver la crisis a lo interior del Partido Republicano, ni las implicaciones para el futuro del sistema político electoral de los Estados Unidos, sobre lo cual ya comienza a hablarse con insistencia.
La situación entre los demócratas está más definida. Hillary Clinton tuvo un gran día el pasado martes.
Ganó cuatro de los estados (Connecticut, 52 %; Pennsylvania, 56 %; Delaware, 60 %; Maryland, 63 %), agenciándose un total de 150 delegados, sin contar los de Connecticut. Cuenta ya con 2 115 delegados, incluyendo los superdelegados, a solo 268 de la ansiada cifra de 2 383, cuando aún quedan 1 206 delegados por elegir.
La derrota de Sanders fue anonadante. Solo ganó en Rhode Island con un 55 % de los votos, que le valieron al menos 13 delegados. La ruta a la nominación se le hace cuesta arriba; con unos 1 320 delegados por definir, Sanders tendrá que conquistar unos 1 063. Ante esa situación, Sanders y su equipo de campaña están evaluando la situación para determinar la estrategia futura. Las declaraciones de Sanders y de los dirigentes de su equipo de campaña han sido precisas: no abandonarán la campaña de las primarias. Si hay algún cambio, será poner el énfasis en el resto de la campaña en preparar la batalla en las sesiones de la convención nacional demócrata para debatir el contenido de la plataforma programática del Partido Demócrata. En la práctica este es un ejercicio meramente formal y no resultaría difícil para Hillary Clinton y el liderazgo demócrata abrir un espacio para Sanders y sus seguidores en los debates de la convención para que expongan sus puntos de vista y hasta incluyan algunas de sus formulaciones políticas. Desde meses antes del inicio de la campaña electoral ha habido señales muy claras de que el liderazgo en las distintas vertientes demócratas ha tratado de evitar confrontaciones, quizá conscientes de las profundas discrepancias y contradicciones en que está envuelto el Partido Republicano.
En pocas semanas estará definido cuál será el camino hacia la nominación en uno y otro partido y comenzará una nueva etapa del proceso electoral donde la atención se concentrará en el completamiento de la fórmula electoral y la conformación de la estrategia en que se basará la campaña de las elecciones generales que comenzará el próximo 6 de septiembre.
Por ahora podemos concluir en que Acela (como algunos en la prensa han dado en llamar a las primarias del 26 de abril) ha significado un buen impulso para las aspiraciones presidenciales de Hillary y de Donald.















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Miguel Angel dijo:
1
30 de abril de 2016
02:49:18
Ramon Respondió:
10 de mayo de 2016
08:44:26
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