La historia, sea lejana o cercana, debe refrescarse con frecuencia como para que no se pierda a la hora de conocer y poder analizar uno u otro hecho. Ese es el caso de Libia, Estado en el que cuatro años después de los bombardeos de la OTAN, se le puede calificar como “el país que era y no es”.
¿Qué es hoy Libia? ¿Qué queda de esa nación norafricana? ¿Es la intervención militar foránea la solución a sus problemas?
Solo tres preguntas, bastante fáciles de responder, cuando la realidad muestra a un país que institucionalmente parece no existir; con indicadores económicos y sociales deprimidos a pesar de la riqueza en petróleo y agua que posee; y donde, más que la solución, la intervención militar extranjera ha sido el mayor incentivo para el desastre libio.
La realidad allí pasa por lo ocurrido en el 2011, cuando se estimularon por Occidente las inconformidades de algunos grupos sociales que exigían al gobierno local ser “reconocidos” y aceptar sus reclamos en manifestaciones tribales marcadas por un gran acento étnico religioso.
No puede olvidarse, por supuesto, que el 17 de marzo del 2011, el Consejo de Seguridad de la Organización de Nacionas Unidas (ONU), emitió la Resolución 1973, que declaraba el establecimiento de una zona de exclusión aérea autorizando a los Estados miembros de la ONU el uso de “todas las medidas que sean necesarias” para proteger a la población civil de Libia, con exclusión expresa del uso de fuerzas de ocupación en cualquier lugar del territorio.
Lo ocurrido después fue una burla más para el sacrosanto Consejo de Seguridad, por cuanto la aviación de la OTAN no tardó en bombardear el territorio de esa nación árabe hasta que fue capturado y asesinado el presidente Muamar al Gadafi.
El 19 de marzo del 2011, Francia, cuyo gobierno siempre tuvo hegemonía en lo que al uso de la fuerza se refiere, lanzó una ofensiva con 20 aviones de guerra, incluyendo cazas Rafale y Mirage 2000, entre otros.
La situación de caos fue tal que solo en los primeros cuatro meses de enfrentamientos la cifra de muertos sumó entre 10 000 y 15 000 personas.
Un Estado que contaba por esos años con las reservas de petróleo más grandes de África y la novena en el mundo, y producía 1,8 millones de barriles por día, lo que le garantizaba 63 años de reservas al ritmo de producción, ha sido llevado a evidentes condiciones de inestabilidad, unido a la pobreza y a la carencia de perspectivas para una solución que beneficie al pueblo.
Por tratarse de un petróleo liviano y su bajo costo de producción, el gobierno libio de antes de la guerra concibió planes de desarrollo y mejoras económicas y sociales que la hacían acreedora de un aceptable beneficio, no obstante diferencias marcadas en algunos lugares del país.
Cuando Occidente logró su objetivo de acabar con el gobierno libio y asesinar a su Presidente, abrió las puertas de los recursos energéticos a compañías foráneas, y se marcó entonces el peor desenlace.
Las diferencias sociales se acentuaron, la violencia tribal lejos de acabarse se exacerbó; entraron en juego grupos terroristas como Al Qaeda y el Estado Islámico; y se fracturó el país, haciéndose verdaderamente ingobernable y por tanto inviable.
La guerra incrementó la violencia y entre el año 2014 y lo que va del 2015, los ataques entre una y otra facción han dividido al país en dos, e, incluso, con dos gobiernos y sendos parlamentos, ninguno de ellos acreedor de confianza para toda la nación.
Las milicias islamistas de Misrata, agrupadas en la coalición Amanecer Libio, optaron por combatir para controlar Trípoli, la capital; mientras, las elecciones parlamentarias de junio del 2014 impugnaron al gobierno y los diputados del anterior mandato se negaron a ceder sus cargos y se autoproclamaron como gobierno legítimo.
Hace exactamente un año que el Congreso General fue suspendido, lo que incentivó aún más los enfrentamientos que llegaron a provocar asaltos a sedes diplomáticas en Bengasi y empleo de armas de grueso calibre por uno de los grupos en disputa.
Hoy, cuando aparecen en el horizonte libio señales preocupantes de una posible nueva acción militar extranjera, y se hacen fuertes grupos terroristas que han extendido sus tentáculos desde Irak y Siria; la existencia de un Parlamento en Trípoli y otro en la ciudad de Tobruk, son señales de ingobernabilidad en un país dividido y asediado.
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victor dijo:
1
6 de marzo de 2015
09:33:44
nils dijo:
2
6 de marzo de 2015
22:05:32
cubaneo dijo:
3
6 de marzo de 2015
23:30:29
CISCO dijo:
4
7 de marzo de 2015
17:02:03
AGEspada dijo:
5
7 de marzo de 2015
21:28:57
Salmon dijo:
6
8 de marzo de 2015
04:10:23
vicente dijo:
7
9 de marzo de 2015
10:08:04
vicente dijo:
8
9 de marzo de 2015
15:16:38
ALEXIS LOPEZ dijo:
9
24 de noviembre de 2015
10:00:26
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