La vida de Yanislaydis Senut Caballero cambió drásticamente hace unos 12 años, cuando fue diagnosticada con un padecimiento cervicouterino, que no solo la llevó a un salón de operaciones, sino que la convirtió en paciente de la consulta de patología de cuello, en los servicios de oncología.
Para la joven de 30 años, otro punto de inflexión fue la madrugada del 29 de octubre, cuando los vientos y lluvias del huracán Melissa arrasaron con las ya maltrechas viviendas del barrio El Marabú –un entorno en desventaja social, al noroeste de El Cobre–, que nunca olvidará la desesperación de aquel amanecer, cuando, al regresar del Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad de El Cobre
–donde se guareció con sus tres hijos, su madre, su hermano y otros familiares–, encontró su casita, de madera y techo de fibrocemento, reducida a un amasijo de tablones y tejas rotas, y sus humildes colchones deshechos.
Desde ese día la cotidianidad le hizo más lenta; fue acogida en casa de su mamá con los tres niños, «pero estoy acostumbrada a tener lo mío; por eso aunque mi mamá me acogió con mucho cariño, me sentía incómoda, alejada de mis costumbres y las de los niños. Decidí volver y levantar otra vez mi casa».
A ella pronto se unieron su cuñado y un vecino, para recopilar cada pedazo de teja que podía ser útil. Tampoco faltó el aliento de la trabajadora social de la circunscripción, Yohandra Mustelier, ni de la delegada Milayda Mesa. En poco tiempo, Yanislaydis y sus hijos tuvieron un techo, humilde, temporal, pero propio. «La casita tiene menos espacio, apenas me caben las tres camitas, pero otra vez he vuelto a lo mío», manifestó.
A esos primeros pasos, la joven madre sumó la satisfacción de estar entre los primeros beneficiados con la entrega de un centenar de nuevos colchones, donados por las manos solidarias que se han unido para devolver la vitalidad a toda la zona de El Cobre.
Para hablarnos, la muchacha estrenó la más amplia sonrisa de sus últimos tiempos: «gracias a la solidaridad, estos días han sido más llevaderos».
Agradeció a su familia, vecinos, a las autoridades, mientras abrazaba fuertemente a sus hijos. Hubo lágrimas, pero con la connotación de la esperanza que ha vuelto a tener resguardo en este renovado «rinconcito» del barrio El Marabú.
Como Yanislaydis, muchos otros asistenciados del poblado podrán descansar algo en medio del desolador panorama que les dejó Melissa, y que hoy se transforma, con la voluntad de sus habitantes y el apoyo de organismos e instituciones de todo el país.
Entre el sonido de las motosierras, el ir y venir de camiones que colectan basura y escombros, Iliana Vedey, la presidenta del consejo popular asegura que los daños son considerables, y que cuantificarlos debidamente llevará tiempo.
Como los colchones, precisa, en El Cobre se han repartido los aportes de organismos estatales, trabajadores por cuenta propia, pequeñas empresas, instituciones religiosas y amigos de Cuba y el mundo que les han hecho llegar lo mismo leche para el círculo infantil que alimentos diversos para el Sistema de Atención a la Familia y sus 34 comensales, así como la entrega de más de 2 000 tejas para empezar a dar respuesta a las afectaciones.
Paneles solares entregados por el joven músico Juan Guillermo Almeida fueron instalados en el cine Turquino, para descongestionar los puntos de cargas de celulares y otros equipos. Es así que las fuerzas que ahora estremecen al poblado responden al nombre de la recuperación que avanza, con el concurso de todos.





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