CARACAS.–Con 35 años de labor en su perfil, la villaclareña Osmari Fernández González desempeña su segunda estadía solidaria en Venezuela –tercera, en general, porque también trabajó en Bolivia– y lo hace como asesora nacional de Farmacia en la Misión Médica cubana aquí, de modo que cuando dice que el colaborador farmacéutico tiene que tener sensibilidad y habilidades para su trabajo, hay que leerlo como un método y asumirlo como una receta, con cuño y todo.
«Los primeros colaboradores de este perfil –explica la licenciada– llegaron a Venezuela cuando comenzó la Misión Barrio Adentro II, en el 2005. A menudo es difícil, porque se necesita el medicamento y no se cuenta con él, pero nuestro personal llega con experiencia a enfrentar una labor esencial. Solo queda trabajar incondicionalmente, sin límite de horario».

Esta área de la Misión Médica está sostenida aquí por una plantilla de 614 licenciados farmacéuticos ubicados en los 572 Centros de Diagnóstico Integral (CDI) atendidos por los cubanos en los 24 estados. La cifra incluye los emplazados en los centros oftalmológicos y en los de alta tecnología (CAT).
«El trabajo es similar al que desarrollan en Cuba, con los controles económicos establecidos para garantizar los recursos e insumos médicos de todos los servicios médicos. El sistema es muy dinámico: mientras en una farmacia en Cuba tenemos administrador, técnico, licenciado, dependiente y especialista de área, aquí un solo profesional farmacéutico nuestro hace todo eso», relata la asesora.
Si bien lo es en cualquier parte del mundo, en Venezuela el manejo de los medicamentos resulta
particularmente sensible porque los enemigos del proceso chavista apuntan lo mismo al descrédito mediático que al sabotaje económico, al ahogo de sus finanzas que al robo sin máscara.
ÉTICA, EL SABIO REMEDIO
En tal panorama de la Isla de Fidel llegan rubros previstos en el Convenio Cuba-Venezuela para satisfacer requerimientos de la asistencia médica. Su ruta va del puerto a los almacenes nacionales, luego a depósitos estaduales y, finalmente, por medio de un protocolo que incluye un sistema informatizado, llegan a unidades asistenciales cercanas al pueblo, según demandas específicas.
Salvo los nombres particulares de ciertos productos –que varían de La Habana a Caracas– los cuadros básicos de medicamentos de ambas naciones se parecen bastante y tienen incluso un «trago amargo» común: el bloqueo estadounidense, severamente dañino en esta vertiente, que los dos pueblos combaten juntos, en palabras y acciones.
Por ello, la ética es para estos cooperantes un remedio ejemplar: «Cuando el colaborador arriba lo informamos y le recordamos el código de ética del farmacéutico y del trabajador de la salud que centra nuestra acción aquí y en Cuba. Además del código, conoce en detalle el reglamento disciplinario y los manuales de procedimiento de trabajo que guiarán sus dos años de misión», refiere Osmari.
Ello conduce, según afirma Griselda Cuevas Cabrera, asesora de medicamentos en el estado de Miranda, a cumplir bien la tarea de ofrecer en Venezuela un mejor funcionamiento de la red de farmacias hospitalarias.
Cuando se le pregunta por los valores y habilidades que ha de tener un buen farmacéutico, la licenciada Cuevas responde que debe ser responsable, muy responsable, para desempeñar con éxito este trabajo humanista.
No se trata de preservar solo la salud de un paciente, sino la de un país, así que Griselda comenta las áreas que Cuba y Venezuela se esfuerzan en blindar frente a cualquier déficit: «en apoyo vital, terapia intensiva y en los carros de paro garantizamos los productos básicos», señala.
Con 15 meses en su segundo periplo internacionalista en Venezuela, esta cubana no puede imaginarse la Misión Médica sin sus colegas farmacéuticos: «No tenemos otro camino que crecernos; por eso, porque el trabajo es fuerte, mi gente es muy sacrificada», sostiene Griselda.
LA FARMACIA Y LA VIDA
El doctor Sergio Felipe Perera Camargo, coordinador del Centro de Salud Integral (CSI) María Genoveva Guerrero Ramos, en la capitalina parroquia de Montalbán, no se anda con rodeos en el tema: «Los farmacéuticos son la célula fundamental de un CSI –considera–, la mano derecha de la dirección en la programación de un sistema de salud. Son parte esencial de nuestra obra como médicos en Venezuela: si atendemos, pero carecemos de un farmacéutico capaz de realizar un pedido de calidad, de entregar los medicamentos a tiempo al cuerpo de guardia, de decirnos cómo está la disponibilidad en farmacia… la institución no funciona; menos esta, que integra servicios de Barrio Adentro I, Barrio Adentro II, el CAT, la Sala de Rehabilitación Integral (SRI) y la óptica».
Tal elogio multiplica su valor en un centro como este, que protege a más de 142 800 caraqueños. «Vemos a unos 240-250 pacientes por día, sin contar las consultas externas de especialidades. Nuestra función en el cuerpo de guardia es, además de una atención médica óptima, entregar el medicamento al enfermo de forma gratuita», agrega el coordinador.
«Ellos lo activan todo. Un salón no puede trabajar sin un pedido adecuado; tampoco lo pueden hacer la sala ni el cuerpo de guardia, así que el farmacéutico debe estar muy motivado para cumplir su tarea de despachar a tiempo los medicamentos. Además, debe tener un vínculo agradable con los compañeros», señala antes de nombrar un ejemplo concreto: Inés Guerra Fuentes, la farmacéutica del CSI, «muy eficiente –asegura–, con toda la documentación en regla y gran ser humano».
No obstante, son anónimos, acota el periodista. «Lo son –admite Perera–, como el anestesista en el salón, donde generalmente se conoce al cirujano, pero no al anestesista, aunque también decide la vida. Pues mire, la vida de un paciente en Venezuela depende igualmente del colaborador farmacéutico. Si para una sociedad la familia es la célula fundamental, para un CDI puede serlo el farmacéutico».
El diálogo con todos lo evidencia: en Venezuela se ayuda, se aprende y se hace el bien. La misión es, en otras palabras, la escuela colectiva de que hablaba la licenciada Osmari: «El trabajo es hermoso. Uno se engrandece con lo que hace cuando se siente importante en un colectivo».
El reportero le hace a la asesora una última pregunta: Normalmente, al llegar a un hospital, la gente piensa en la medicina. ¿En qué piensa el farmacéutico?
«La calidad en la atención transita desde que el paciente llega hasta que se va. Nuestra satisfacción –sostiene la licenciada– es que el enfermo se vaya satisfecho. El farmacéutico siempre piensa en dar una respuesta, en garantizarle al paciente, con medicamentos, esa satisfacción».
COMENTAR
sarmiento dijo:
1
28 de noviembre de 2018
08:34:16
sarmiento dijo:
2
28 de noviembre de 2018
09:27:35
maguero dijo:
3
29 de noviembre de 2018
10:41:18
Responder comentario