Aunque la exhibición de las obras y el concurso sea quizá lo más mediático del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (FNCL) –como sucede en casi todos los de su tipo–, el evento es mucho más abarcador; el sector industria, por ejemplo, reúne cada año a expertos de la región, a profesionales en ejercicio, a estudiantes y a otros muchos interesados en las particularidades de la realización cinematográfica.
El Taller Oportunidades y desafíos del audiovisual en el contexto regional está entre los espacios que responden a tal área. En esta su IX edición –del 10 al 12 de diciembre, en el salón Vedado, del Hotel Nacional de Cuba– ha incluido conversatorios, ponencias y debates acerca de los 40 años de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, los programas de formación para la creación y la apreciación, la memoria audiovisual y la cooperación internacional, y los archivos y cinematecas centroamericanos.
Justamente, la memoria, como un aspecto fundamental para que los pueblos latinoamericanos preserven su cultura, su autoestima y proyecten un futuro digno, fue el eje central de las mesas presentadas el jueves.
Con «Los festivales de cine: espacios de socialización de la memoria», inició la jornada. Pablo Enciso, director del Festival Internacional de Cine Independiente San Fisi, de Santander, Colombia, se refirió a la formación de público, y al espacio que les conceden, dentro de ese acápite, a los talleres con las infancias. Comentó que en unos tres meses de trabajo logran hacer con ellos todos los procesos que implica una película; siempre con la aceptación del barrio, porque los vecinos suelen sentirse invadidos o agredidos por la cámara.
Ello ha permitido no solo hacer que la cultura sea parte de los programas académicos en Santander, sino también que los realizadores se beneficien de la mirada «siempre más abierta de niñas y niños».
Por otra parte, Tania Delgado, directora del FNCL, ahondó en la sección Clásicos de cine restaurado: «Se decidió incluir porque el Festival siempre ha tenido vocación de rescatar clásicos, y no solo del cine latinoamericano». Lograrlo, de conjunto con la Cinemateca de Cuba, implica un proceso casi arqueológico de seguimiento a las obras restauradas en todas las latitudes.
El presidente del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), Alexis Triana, habló del sistema de festivales internacionales que han logrado, y de cómo tales eventos han sido motores para la sinergia del cambio y mantienen una vocación de servicio social. Enalteció que en un contexto tan complejo como el actual, más de 23 300 personas hubiesen asistido ya a las salas de cine en el Festival: «El cine sigue siendo esa arma poderosa, preserva su capacidad de convocatoria».
ARCHIVO Y PATRIMONIO
«Antes de compartir mi presentación debo decir que vi Neurótica Anónima a sala llena en el Yara, y experiencias así ya no se pueden vivir en ningún otro lugar del mundo», afirmó Isabel Seguí, historiadora y profesora de la universidad escocesa de San Andrés.
La académica, especializada en cine ecuatoriano y boliviano, refirió que no es posible estudiar las cinematografías de la región sin que el Icaic y Cuba salgan a cada paso: «Ha sido un apoyo obvio, generoso»; y explicó sobre iniciativas para inscribir a las mujeres en la historia del cine, como la Red de Investigación del Audiovisual hecho por Mujeres en América Latina, el Archivo Guerrilla, y el Archivo Reversible.
Cerró el día Alexandra Falla, presidenta de la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano; institución junto a la cual ya Cuba ha logrado varias restauraciones, como las de seis cortos de Elpidio Valdés; y se trabaja con los archivos de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y de la Escuela Internacional de Cine y Televisión.
La fragilidad de lo digital, y el elevado costo de la digitalización y restauración de una obra (unos 30 000 dólares) fueron aspectos remarcados, frente a los cuales –trascendió– la cooperación se erige como la alternativa más fecunda.










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