Tan productivo como un Woody Allen en sus mejores tiempos y tan transmediático como un Takeshi Kitano del Cono Sur, el exteatrista, realizador, intérprete, guionista y productor uruguayo Daniel Hendler es un artista imparable, a quien este año hemos podido ver lo mismo dirigiendo películas (Un cabo suelto, 27 noches) que protagonizándolas (Vieja loca, Astronauta, Quase Deserto) o interviniendo en series (Los Mufas y las segundas temporadas de División Palermo y El fin del amor). Todo a la vez, sin pausa.
A lo de arriba súmenle, por si a alguien le pareciera poco, que escribió el guion, en solitario, de Un cabo suelto, y fue uno de los cuatro escritores de 27 noches, encargada de inaugurar la Competencia Oficial del Festival de San Sebastián, en septiembre.
Resulta casi increíble, pero cierto, lo de este artista de 49 años; si bien la cuestión de asombro no estriba tanto en su ajetreo, sino en la calidad resultante de dicho frenesí creativo. Vale bien la pena ver la mayoría de lo que hace, tanto para el séptimo arte como para la ficción seriada, en la dirección o en la actuación.
Hendler no es un recién llegado al audiovisual uruguayo o argentino, país en el cual desarrolla gran parte de su carrera. Los espectadores internacionales lo conocen, principalmente, a partir de su actuación en El abrazo partido (Daniel Burman, 2004), mediante la cual se agenció el Oso de Plata en Berlín al Mejor Intérprete. Esa soberbia actriz que es Frances McDormand (Nomadland), presidenta del jurado, lo felicitó personalmente por su trabajo.
Si bien, ya antes, Hendler obtuvo resonancia a escala continental, cuando resultó laureado en el Buenos Aires Festival de Cine Independiente (Bafici) gracias a su intervención en el largometraje uruguayo 25 Watts (Juan Pablo Rebella, Pablo Stoll, 2001).
En Un cabo suelto, presente en este 46 Festival, Santiago (Sergio Prina), un policía argentino, cruza la frontera hacia Uruguay, en su huida de otros agentes policiales que le persiguen. Sin dinero ni hospedaje, valiéndose de su uniforme, inspecciona puestos de comida regional y prueba diversos alimentos para sobrevivir, mientras intenta pasar inadvertido entre los locales.
«La frontera en la película no solo es física, también es un límite interior, una línea que nos separa y a la vez nos conecta con otros mundos y culturas», ha expresado su realizador.
El director de las cintas Norberto apenas tarde (2010) y El candidato (2016) sostuvo, en entrevista para el diario bonaerense Página 12, que «Un cabo suelto es una mezcla de varios géneros, pero al mismo tiempo no pertenece a ninguno. Es posible que yo no pueda hacer un género único bien, y quizá por eso están todos juntos. Es como si estuvieran ocultos y en cierto momento comenzaran a desplegarse, a jugar entre sí.
En otra conversación con el medio argentino 4 Palabras, el creador uruguayo consideró que «hay algo incierto en el origen y el destino del protagonista. No conocemos la causa ni la dirección de su huida, pero sabemos que ha cometido algún error, y ha tomado un riesgo que pone en juego su supervivencia. Y la película va jugando con esa expectativa inicial de atar los cabos sueltos que, al mismo tiempo, podrían ser una especie de macguffin y que no hacen al verdadero meollo del asunto».












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