En esta su edición 46, el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano ha escogido el eslogan «Rodando cine»; una elección que habla de movimiento y de una visión de futuro que no sería posible sin todas las articulaciones a favor de la cinematografía continental que desde hace décadas se han sucedido.
Primero fue el Festival, luego la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, y después, la Escuela Internacional de Cine y Televisión (Eictv). Y si, en el caso de estos dos últimos, Cuba se sumaba a una iniciativa regional, fue y ha sido inestimable la voluntad de la Revolución de acoger las sedes de ambos proyectos, y ofrecerles su decidido apoyo; así como resultó decisiva la comprensión y el entusiasmo de Fidel.
La Eictv se levantó en la finca San Tranquilino, en San Antonio de los Baños, hoy Artemisa. Al amparo de la Fundación, el 15 de diciembre de 1986, nació para que la utopía, que por definición no está en ninguna parte, estuviese en alguna parte; era el lugar de la utopía. Así lo afirmaba Fernando Birri, primer director de la Escuela, en el «Acta de nacimiento».
Se trataba de una «central productiva de energía creativa para imágenes audiovisuales. Una fábrica del ojo y la oreja, un laboratorio del ojo y la oreja, un parque de atracciones del ojo y la oreja».
Desde aquel documento fundacional, quedaron establecidos principios de trabajo que hasta hoy se mantienen; según explicó, este martes, Susana Molina, su actual directora, en la conferencia de prensa –realizada en el contexto de la edición 19 de Nuevas Miradas, evento que promueve la Escuela dentro del Festival– para adelantar detalles de la celebración del aniversario 40 durante 2026.
Entre esos pilares fundacionales, Molina mencionó la filosofía de aprender haciendo; que los maestros sean profesionales en activo; la actualización constante de los programas de estudio; la multiculturalidad, y el aprendizaje con el otro: estudiantes y profesores son colegas. «La Eictv se ha empeñado en dar voz a los sin voz y en desarrollar nuevas cinematografías», dijo.
Jerónimo Labrada, profesor fundador de la cátedra de Sonido y subdirector académico, añadió que se trata de un centro antiescolástico, que se ha esforzado por tener el mayor nivel tecnológico posible.
Comentó que, gracias a sus graduados, han surgido cinematografías en países que hasta ese momento eran invisibles en tal acápite; y que, aunque la cifra de más de 1 135 egresados pudiera parecer modesta, se han enfocado en grupos pequeños, con una especialización rigurosa y enseñanza personalizada.
Según trascendió, más de 200 realizadores salidos de sus aulas han sido premiados en los festivales más importantes del mundo. También destaca la participación de los cortometrajes de sus estudiantes en diversos festivales; este año, por ejemplo, acumulan más de cien selecciones y 20 premios.
Informaron, además, que, para celebrar los 40 años, pretenden organizar una gran exposición de Artes Plásticas, un encuentro de egresados y trabajadores fundadores, y convocar un festival de escuelas de cine; así como promoverán diversas publicaciones, una muestra de cortometrajes, y la vigésima edición de Nuevas Miradas.
Aquel centro que surgió rodeado «por el azul turquesa del Caribe, bajo la luna creciente, náufragos de la Utopía, salvados de un mundo de injusticia imperial y de demencia atómica», y sobrenombrado «Escuela de Tres Mundos (América Latina y el Caribe, África y Asia)» destaca, igualmente, por la calidad de su formación posgraduada, con varias maestrías, que se suman a su curso regular, y a disímiles talleres.
A pesar de los años transcurridos y también por ellos, a la manera de Birri, se deseó larga vida a ese «parto de la imaginación colectiva», a «la utopía del ojo y de la oreja».
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