
«El genio es un rayo cuyo trueno se prolonga durante siglos». Así lo entendió el autor noruego Knut Hamsum, para decretar lo que en ciertos apartados de la historia de la humanidad puede fácilmente comprobarse.
La literatura es una de esas áreas en las que el apotegma cobra ejemplos. Uno de ellos es el escritor, filósofo, dramaturgo, periodista y pedagogo ruso León Tolstói (9 de septiembre de 1828 - 20 de noviembre de 1910). Su nombre ocupa los primerísimos escaños en la lista que contempla a los autores descomunales, avalados por la palabra de otros sabios que le conceden a su creación merecidos superlativos.
Había nacido en cuna de oro, en la hacienda Yasnaia Poliana –convertida hoy en un museo que honra la existencia de su más célebre habitante–. Era conde de nacimiento, sin embargo, miraba con preocupación las condiciones deplorables del campesinado en la Rusia feudal. Interesado desde muy joven en los clásicos, al ingresar en la universidad de Kazán, con apenas 16 años, tiene muy bien definidas sus aspiraciones: «Yo. Voltaire. Aprender a vencer el dolor, el frío, las privaciones. Y la religión». Había cursado primero la carrera de letras, que abandona para estudiar Derecho. Pero su férrea irreverencia y su carácter voluntarioso lo conducen a dejar estos estudios y a continuar su formación de forma autodidacta.
La pedagogía que tanto lo seduce lo lleva a fundar en la hacienda una escuelita para los niños campesinos. Y lo cautiva también la escritura, que hallará espacio en los diarios en los que verterá sus preceptos, que cada vez se apartan más de la aristocracia. Lo abrasa la incertidumbre, el qué hacer para cambiar el mundo, pero la justicia que añora no encuentra en su razonamiento la teoría social que lo conduzca a conseguirla.
Alistarse en el ejército fue el camino inmediato, y allí fue oficial de artillería. Más tarde participa en la campaña de Crimea contra los turcos. La experiencia cala hondo en la espiritualidad del joven que guarda con memoria fotográfica cada imagen de las batallas. Escribe entonces, con todo realismo, sus Relatos de Sebastopol. Pronto mostrará sus concepciones en torno a la guerra y a la violencia, y sus sentimientos patrióticos al referir la defensa de la patria como el primero de los deberes de los seres humanos.
Al treintañero le llegará el amor con el rostro de la joven Sofía Behrs, con quien contrae nupcias de las que nacerán 13 hijos. Es el tiempo de concebir también (lo hace entre 1856 y 1869) su monumental epopeya titulada La guerra y la paz, en la que reflejará los acontecimientos de la guerra de su patria contra Napoleón. Las estampas de la novela develan la madurez de un escritor con pensamiento propio y con impresionante dominio creativo, que usa, entre muchos otros recursos, el contraste desde el mismo título, para revelar la resistencia rusa frente a los invasores. De rotundo realismo, y con más de 500 personajes, la obra da continuidad a la secuencia de la novela histórica y resulta de importancia trascendente para la literatura rusa y universal, por la fuerza épica de sus pasajes.
Entre muchos otros títulos –se ha dicho que toda su obra puede alcanzar casi cien volúmenes– ve entonces la luz Ana Karenina, de la cual nuestro José Martí dijo: «No es novela, es la vida» y en alusión a una escena del libro apuntó: «La relación de la carrera de caballos de los oficiales se lee con la silla bajo los muslos y el látigo en las manos».
En la novela, Tolstói dejará ver, por medio del tema –la relación extramatrimonial de la protagonista con un oficial de caballería, el conde Vronski– y las líneas argumentales, convicciones suyas tales como ser útil todo lo que se pueda a la patria, así como la búsqueda de lo mejor en los demás.
Sin duda, una de las más grandes obras literarias mundiales, Tolstói llegó a decir sobre Ana Karenina que era esta su primera verdadera novela.
Cinco fueron los artículos que el líder del proletariado mundial le dedicara a su compatriota León Tolstói. Sin encubrir las limitaciones y contradicciones del escritor, Lenin destacó la valía de los aportes creativos del novelista, quien llevó a las letras con impresionante realismo importantes sucesos de la historia de su país.
Sobre la importancia histórica de la crítica de Tolstói, escribió: «(…) con una fuerza propia tan solo de los genios del arte, expresa los cambios radicales en la mentalidad de las más amplias masas populares de Rusia (…) y precisamente de la Rusia aldeana, campesina».
Cuando en 1978 se llegaba al sesquicentenario de su natalicio, en estas páginas aparecieron varios artículos para rendir homenaje al insigne escritor. A pocos días de haberse cumplido 115 años de su fallecimiento, regresar a las memorables páginas que escribió bastarían para saber de esas perdurabilidades que, pluma en mano, garantizan los grandes.












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