Es 25 de noviembre, y el panel que evoca a Fidel, cuando se cumplen 9 años de su partida física, encabeza el Salón de los Embajadores 2, del Hotel Habana Libre. Al auditorio, que repleta la sala y que está conformado por personas de varias generaciones, se le ve seducido, como si en cada palabra que escucha, se hallara, de alguna forma, a sí mismo.
En esta ocasión, y en estrecha conexión con el emblemático hotel, es la Casa Museo Abel Santamaría –que dirige Esperanza Muñoz Páez– la que organiza el homenaje. La razón por la que se ha escogido este sitio la explica a los presentes el historiador Gaydar Mora, cuando recuerda que, durante tres meses, Fidel permaneció en la habitación 2324, de la Suite Continental, en el piso 20 del entonces llamado Hotel Habana Hilton.
Mucho de alusivo había en la presencia del Ejército Rebelde y de Fidel en el Hotel. «Era una manera, desde lo simbólico, de construir una nueva imagen, de cambiar la que se tenía sobre lo que había sido Cuba hasta ese momento, y también desde lo estratégico, pues se trataba de un lugar, por su ubicación, muy importante. Ese lugar, durante varios meses, se convertiría en el Estado Mayor de la Revolución».
Desde las voces del panel, Fidel vuelve a mostrársenos delante. Bien lo sabe la concurrencia que, atenta a cada detalle, aprueba con un gesto cada aseveración. La profesora Odalys Barrabia modera la charla y antes de ceder la palabra, recuerda frases de absoluta vigencia del Comandante. De ellas, emana, en primer lugar, la importancia que le concedió a su pueblo y la admiración que siempre le despertó; su insistencia en el deber de crear conciencia, porque, decía, mientras más grande es la conciencia, más pequeña es la mentira.
De la pléyade de patriotas que ha dado nuestro país, comenzó hablando la doctora Ana Sánchez Collazo, y entre ellos destacó a José Martí y a Fidel. Fue de Martí de quien se nutrió Fidel, quien resultó su mejor discípulo y puso en práctica los sueños del Apóstol, expresó. Rememoró páginas hermosas de la historia de Cuba, de la que ella, como pueblo, es parte, y mostró la cartilla usada como alfabetizadora, para explicar cómo, desde el método silábico, para enseñar a leer, la primera lección era la OEA, lo cual no era casual, pues a la par de la enseñanza de las letras, se explicaba también la situación política del momento.
Entre otros aspectos, la doctora recordó la alerta de Fidel cuando dijo, en aquel discurso memorable, pronunciado en el Aula Magna de la Universidad, el 17 de noviembre de 2005, que nosotros mismos podríamos destruir la Revolución; y aseguró que sí podemos salvarla, convirtiendo, como él nos enseñó, los reveses en victoria.
Precisamente a la vida de Fidel en sus años universitarios y a la Universidad después de enero del 59, se refirió el investigador y docente universitario Fabio Fernández Batista. El orador describió el escenario convulso en que Fidel ingresó a la casa de altos estudios, donde, en palabras del líder, se hizo revolucionario.
Allí aprendió el arte y el fragor de la política y entendió que defender las ideas podría costarle la vida, explicó. Tras el triunfo revolucionario, Fidel identifica muy pronto a la Universidad como un espacio para hacer Revolución y se dispone a transformarla. La Universidad no sería más un privilegio de minorías, sino un escaño al que todo el que lo deseara pudiera acceder. La Universidad continuó siendo, hasta sus últimos años, un asunto permanente en su pensamiento intelectual, aseguró.
Otros profesores universitarios intervendrían después. Luis Edel Abreu se refirió al Comandante como un visionario del internacionalismo y como un agudo panafricanista, que no solo pensaba en el hermano continente de cara a la necesaria liberación, sino a lo que vendría posteriormente.
La doctora Francisca López Civeira, Paquita, ya cerrando el panel, contó con visible emoción las ocasiones en que tuvo cerca a Fidel, desde la primera vez que lo vio siendo una niña. «No recuerdo lo que él hablaba, pero cierro los ojos y lo veo». Ya como estudiante universitaria, lo recuerda en sus sorpresivas visitas a la Universidad, de las que «el rector se enteraba por el escándalo de los muchachos».
Con una visita a la habitación donde estuvo el líder concluyó el homenaje. Los presentes se desplazan rumbo al sitio, con su Fidel en el corazón.












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