El Ballet Español de Cuba (BEC) acumula ya una larga historia tejida en el camino de la República Popular China. Muchas ciudades y teatros, miles de amigos y admiradores, y miles de kilómetros recorridos por todos los puntos cardinales.
El Fantasma (2019), Yo soy Cuba (2024) y ahora Carmen. Cuba, todas coreografías de Eduardo Veitía, han dejado huellas inolvidables en los auditorios. En esta oportunidad, es el turno de una nueva versión de la obra de Prosper Mérimée, con música de Georges Bizet, a la que Veitía ha añadido Carmen Fantasie, de David Garret; música popular flamenca, y hasta el bolero tradicional cubano Dos gardenias, de Isolina Carrillo, en versión flamenca de Chelo Pantoja.
Es una pieza sumamente original, atractiva desde el punto de vista coreográfico, pues se mueve en una cuerda de tradición, contemporaneidad y cubanía en el baile, que atrapa al espectador; amén de la imaginativa utilización de elementos danzarios que la distinguen de otras creaciones.
Por solo citar unos ejemplos, el dúo de amor de Carmen y Don José, ese toro que se transforma en destino, los toreros y algunas bailarinas que emergen, al final, cual murciélagos con alas de las mismas capas negras, que luego se transforman en piedras de un paisaje que presagia el final, acentuando el clímax del drama… En ese terreno se mueven excelentes bailarines: Don José (Ricardo Quintana), Daniel Martínez (Escamillo, el torero), Kelly Álvarez (Carmen) y Nayara Calderón (el Toro y Frasquita), junto al cuerpo de baile.
Pero hay más, el diseño escenográfico de Tamine González (video mapping) de un alto nivel estético y de un entramado visual que reúne lugares emblemáticos de La Habana y los campos de palmeras cubanas, y que junto al vestuario del destacado artista cubano Oscar de la Portilla –que atrae las miradas por su creatividad–, resaltan en ese final en el que el ritmo del flamenco se acerca a las percusiones de nuestro folclor. Es el éxtasis, el público estalla en palmadas que lo acompañan hasta la nota final. Luego las largas ovaciones, y su manera de decir «¡bravo!».
Eso ha sucedido en los puertos visitados, paseando la geografía china: Changchun, en la provincia de Jilin; Mudanjiang (Heilongjang), Fuzhou y Fuding (Fujian), Guangzhou (Cantón), Yiyang (Jiangxi), Changshu y Taicang (Jiangsu) y Fuyang (Anhui).
En estas últimas ciudades y provincias, algunas de ellas donde el BEC bailaba por primera vez, se vivieron momentos inolvidables. Como en el Centro Cultural de las Artes de Yiyang, y el Gran Teatro de Fuyang, donde los medios de prensa los acompañaron todo el tiempo, se les invitó a disímiles programas, y luego, el público, muy alegre, ovacionó hasta el delirio a la compañía cubana y a los protagonistas que dieron todo sobre las tablas.
Al concluir una función, un grupo de estudiantes universitarios los esperaba para recoger autógrafos y tomarse fotos. Una de ellas escribió: «Ustedes han acercado a la fría Fuyang, una energía y fuerza, que subió la temperatura y nos trajo el calor caribeño a nuestra ciudad». Hermosa frase para distinguir una vieja amistad entre dos pueblos, con el arte, la danza y el BEC mediante. Después de Heféi, en Anhui, la brújula apunta ahora a Shanghái.












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