No toda actriz puede interpretar –y salir airosa de la prueba– a Doña Bárbara, ese personaje en el que Rómulo Gallegos puso la belleza fatal, la astucia y el dolor trastocado en determinación y barbarie.

No cualquier actriz habría podido tampoco encarnar a esa primera Lucía de Humberto Solás, que pide, clama, grita: «una gardenia, una gardenia, dame una gardenia, mamá», y hace del sufrimiento algo denso, que se cuela en el pecho de quien la mira.
Raquel Revuelta (La Habana, 14 de noviembre de 1925-24 de enero de 2004) tenía ese poder. Lo demostró también en otros incontables papeles en la radio, la televisión y el teatro (incluso el llevado a la pantalla). Era, en escena –y también en persona, lo cuentan quienes la conocieron– una presencia arrolladora; que escrutaba con mirada penetrante.
Una especie de heroína del teatro, se ha dicho, mujer responsable y exigente como pocas, a la vez que humana hasta el desprendimiento y dueña de un agudísimo sentido del humor.
¿Quién podría creer entonces cuán tímida era? Contra ese rasgo de su personalidad, que consideraba casi una enfermedad, luchó siempre: «La timidez se pierde cuando subo a escena, ahí dejo de ser yo misma para convertirme en otra persona, pero los minutos anteriores a mi entrada transcurren como una verdadera tortura. La tranquilidad que logro cuando ya estoy actuando, ese estado de suficiencia momentánea con el cual soy capaz de imponerme al nerviosismo, debe ser parecido al de los condenados a muerte unas horas antes de su ejecución».
Y, sin embargo, la de ser actriz no fue una vocación. Ella, la Premio Nacional de Teatro (1999), cuyo centenario Cuba celebra hoy, quería ser pediatra. Pero en el muy pobre hogar, donde se leían versos y obras de teatro, y se cantaba cada noche, el camino del arte parecía el único posible.
Justamente su papá llevó a la adolescente de 13 años a los concursos de aficionados: La Corte Suprema del Arte (fue Estrella Naciente antes de cumplir los 14), La Escala de la Fama, los del Teatro Martí. Y llegó a seguir la carrera porque entendió que implicaría un reto a su carácter y su voluntad: «Cuanto más descubría las dificultades del oficio, más me interesaba».
Trabajó con ahínco a partir de aquella resolución, declamando y actuando, en RHC Cadena Azul, el Circuito CMQ y Unión Radio; con el Patronato del Teatro, el grupo adad, el Teatro Popular, la Compañía Dramática Nacional y el Grupo Escénico Libre…
Y, a la par, adquirió una conciencia social cada vez más fuerte, sobre todo a través de su vínculo con la emisora Mil Diez y el Partido Socialista Popular.
Desde 1947 no cesaron de llegarle los premios; pero ella atendía con interés las críticas negativas, porque en esas observaciones encontraba los verdaderos nichos para aprender.
En 1958 nació Teatro Estudio. Junto a su hermano Vicente y a otras grandes figuras de la cultura nacional forjaría, en las siguientes décadas, una agrupación de vanguardia, con ambiciones y logros estéticos que sentaron pautas aún vigentes para la escena. Raquel fue su directora general durante más de 35 años.
Desde Teatro Estudio, y también como profesora del Instituto Superior de Arte, formó a generaciones de actores y actrices, a quienes puso en la búsqueda de la verdad propia: «Lánzate, hazlo, no lo pienses».
La actriz de cintas como Cuba Baila, Aquella larga noche, Cecilia, Un hombre de éxito… se vinculó también al trabajo del Consejo Nacional de las Artes Escénicas y al de la Filial Cubana del Centro Latinoamericano de Creación e Investigación teatral.
La ética de vida era otra de sus certezas, una lección aprendida desde muy temprano: «La admiración del público –decía– entraña enormes responsabilidades. El mal ejemplo de aquel que se convierte involuntariamente en modelo conduce a una decepción y, en ocasiones, a lo que puede resultar más grave, una deformación».
No en balde la 21 edición del Festival de Teatro de La Habana la homenajea: Raquel Revuelta es un ejemplo ineludible de solidez actoral y orgullo para la Isla: «¿Yo? Cubana siempre, yo siento una dignidad y un orgullo por mi país que me hace muy feliz».












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