ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Detalle de la portada del disco. Foto: Portada del disco

Al evaluar la trascendencia de este disco, 50 años después de su edición, resulta inevitable recordar con nostalgia el impacto de su aparición en el mercado cubano de entonces; y, a la vez, nos ampara la certeza de estar ante un testimonio imperecedero del arte en nuestro país.

Referirnos a Días y flores, de Silvio Rodríguez, editado en 1975 por la Egrem, constituye una singular oportunidad para sumergirse en una valiosa pieza de la cultura cubana, cuya profundidad conceptual adquiere una mayor vitalidad con el decurso del tiempo.

Si en los primeros momentos de la salida del disco, este representó un acierto, al satisfacer la creciente demanda por la música del trovador, quien era seguido, sobre todo, a través de sus conciertos; Días y flores, como registro oficial que inicia lo que sería una extensa discografía, funcionó también cual presagio del rango creativo de relevantes proyectos que estarían por llegar, como Rabo de nube (1980) y Unicornio (1982), entre tantos otros.

Los factores humanos que intervinieron en su realización adquieren ribetes de leyenda: el tresero Pancho Amat, el guitarrista Pablo Menéndez, el bajista Eduardo Ramos, los pianistas Emiliano Salvador y Frank Fernández, los bateristas Ignacio Berroa y Leoginaldo Pimentel, los percusionistas Norberto Carrillo, y Daniel Aldama con Luis Ballard en la flauta.

Por otra parte, el maestro Frank Fernández estuvo al frente de la producción, además de asumir en buena medida la ejecución de los teclados, en su doble función de arreglista e intérprete. La grabación fue responsabilidad de todo un mito de la profesión, Jerzy Belc, y el diseño de la original portada es de Pablo Labañino.

En cuanto al aporte del propio Silvio al disco en cuestión, la crítica coincide en señalar que llama poderosamente la atención la madurez poco habitual en músicos jóvenes, por esa capacidad para asumir una amplia paleta de esencias genéricas de nuestra música, pero ajustada a sonoridades contemporáneas; al mismo tiempo que presenta una cabal declaración de los principios que, todavía hoy día, sostiene como hace cinco décadas.

Conformado por 11 canciones escritas entre 1967 y 1974, el connotado guitarrista y compositor nos muestra su intención de alcanzar un dramático equilibrio en el mensaje de la obra en su conjunto. Si bien el disco abre con una refrescante alegoría a la felicidad en Como esperando abril; nos confiesa la candente intimidad de Esta canción o alude a la intensidad de una belleza patente: En el claro de la luna y Pequeña serenata diurna, en otras como Playa Girón nos revela al Silvio inquisitivo, al trovador que, en su permanente voluntad de cuestionar, percibe nuestra capacidad espiritual para compartir las verdades que él defiende.

Como humanista, como promotor de una canción que no esté preconcebida para enajenarse, sino como un personal llamado para reflexionar en torno a las realidades que vivimos, ha conseguido que, en apenas tres minutos, permanezca intacta la lozanía del clásico que reverencia la epopeya del Mayor Ignacio Agramonte; o evocar la resistencia moral frente a la ignominia del fascismo, como lo reclama la canción Santiago de Chile.

Finalmente, cuando en este disco de 1975, Silvio acude al conocido exergo de Bertolt Brecht para interpretar la emblemática pieza Sueño con serpientes, coincidimos –ahora en 2025– en que hace rato él se ha convertido en uno de los imprescindibles; porque, desde su guitarra y el canto, nunca ha cesado de luchar por un futuro mejor; porque estamos convencidos de que la canción Días y flores fue escrita ayer, porque es esa misma rabia la que nos ahoga en el mundo nuestro de hoy.

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