
Hay que revisitar, una vez más, la frase «una imagen vale más que mil palabras».
Aunque muy utilizada, es preciso mencionarla cuando nos referimos a esa zona del arte, muy enraizada en la mente, la inteligencia, la agudeza mental… que se denomina: gráfica editorial, humor gráfico, caricatura… y que es usada en los medios de comunicación para, en limitado espacio, con unas pocas líneas, color y, sobre todo, con una idea máxima / precisa / mágica, visualizada inteligentemente con todos los atributos de un discurso esclarecedor, abarcar esos cientos de vocablos… y resumir una idea, un hecho, una situación. Y que, desde el más absoluto silencio, desde su sola presencia visual, nos pueda construir, en la mente, a la vista de todos, un soliloquio que nos ayude a comprender, reflexionar, conocer y… hasta ver lo que se quiere.
Entonces, la frase con la que se inicia este texto podría cambiarse a una imagen inteligente, sutil, idónea…, es más fuerte que cualquier vocablo.
Valga todo ello para presentar a un joven creador, un artista singular, que lleva en sí la esencia de sus antecesores en el difícil género, quienes han construido este lenguaje para aglutinar un discurso específico, para hablar con los lectores o con el público en general, desde el silencio de una imagen: Michel Moro.
Ahora, en ocasión del aniversario 60 del periódico Granma, desde el cual él ha publicado una parte de su obra desde hace cuatro años –dejando en claro una total síntesis y delicadeza, esenciales para que el humorismo gráfico alcance la eficacia que lo hace derribar cualquier barrera, hasta la del idioma–, se abre la muestra titulada Tácita Opinión, en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí.
Alrededor de 20 obras dan cuenta de la creatividad ilimitada con que Moro nos deja ver el mundo, los acontecimientos, temas universales y humanos y sus contradicciones, que son visibles en la cotidianidad, a través de sus imágenes.

Con diestra mano, utilizando la espátula con tenues toques de pincel (acrílico sobre cartulina), desanda destilando un humor reflexivo, y a veces hasta ácido –según nos ha revelado–. Con mínimos recursos, trabajando moderadamente y con inteligencia el color –en el que resaltan los sienas–, subraya esas áreas del dibujo que devienen claves en la situación humorística y su comprensión.
Con esos recursos arma una obra eficaz, siempre en la búsqueda de una metáfora visual que ancle, con inusitada fuerza, en segundos, en la mente del espectador. Al pasar revista a sus piezas, uno reconoce que están solucionadas en un dibujo en el cual los elementos se utilizan con pericia, colocándolas en esa zona del humor a la que el hombre acude siempre con la certeza de verse reflejado.
En esa madeja de constelaciones imaginativas que nos llevan por pasadizos de honda creatividad y agilidad mental insólitas, va dejando una estela de «retratos» de la actualidad, de cualquier parte del mundo, incluida Cuba, con maestría artística, elegante ironía y eficacia visual/conceptual, vertiendo mucho ingenio en sus obras.
Con el silencio de cada imagen, en la que no hay voz (palabras escritas en este caso), Moro desarrolla su creación desde un pensamiento visual absoluto, acodado en la elipsis, un harto decir icónico que no busca el texto para comunicar…
Esta muestra es, además de un tributo al diario Granma en su importante efeméride, un homenaje a todos los creadores gráficos que en estas seis décadas de vida han dejado las huellas artísticas en sus páginas, con vigor y tino, perfeccionando una poética en la cual se combina magistralmente reflexión, oficio y ese humor nuestro que ha reportado al lector un inusitado divertimento culto.
COMENTAR
Responder comentario