
Mañana se cumplen 60 años desde que se hizo a la mar el periódico Granma, y como la nave gloriosa a la que debe su nombre, el rotativo ha recorrido travesías con mal tiempo y situaciones inesperadas, pero siempre ha sabido llegar a buen puerto, sin desviarse del rumbo.
No es posible hablar de la nación, desde 1965, sin reconocer el papel fundamental que ha tenido nuestro diario. En sus páginas se forjaron las ideas y políticas culturales de la Revolución Cubana y se defendió lo mejor del arte de la Mayor de las Antillas, mediante una constante batalla contra la colonización cultural.
En ese propósito, la literatura también encontró en Granma un compañero de viaje, pues no han sido pocos los redactores que incursionaron en su vasto ejercicio. Téngase en cuenta que, en ocasiones, «un periodista y un escritor se han de confundir», afirmaba el poeta Rubén Darío.
«Ágil y talentosa (…) de profunda vocación, mirada sagaz, estilo directo y preciso, don de mostrar muchas cosas en pocas palabras». No le faltaba razón al escritor Alejo Carpentier al referirse a Marta Rojas, su amiga; la cronista que se estrenó en el Moncada y fue testigo excepcional del alegato de autodefensa de Fidel, La historia me absolverá.
La también fundadora de nuestro diario –que partió un día como el de mañana, hace cuatro años–, de igual manera, recibió disímiles reconocimientos por su carrera literaria, al estar dotada de los atributos de una buena narradora. Leer sus obras (como El columpio de Rey Spencer, Santa Lujuria y El harén de Oviedo), dotadas de una inteligente investigación periodística en función de la ficción histórica, es una invitación a adentrarse en las visiones de nuestra identidad y devenir.
Qué decir de Rolando Pérez Betancourt, otro de nuestros fundadores, un eterno aliado de la cultura y artífice de novelas, crónicas y críticas de arte de una exquisita calidad. En su haber tuvo los máximos premios del gremio periodístico; y con un tono profundo, «equilibrado, convincente y empático» conquistó por más de 25 años la televisión cubana, en recordados espacios como La séptima puerta, del canal Cubavisión.

De su autoría destacan títulos como: Mujer que regresa (1986) y La última mascarada de la cumbancha (1999), novelas que, con un ameno discurso narrativo, abordan complejas problemáticas del entorno cubano de su época. Resulta inolvidable su afamada sección Crónica de un espectador, un espacio en el que reivindicó a cineastas cubanos y foráneos, sostenido por más de 40 años.
Su amigo, Pedro de la Hoz, un entrañable colega, dignificó las páginas de este diario con su pluma durante más de tres décadas. Amparados por su crédito nacieron en Granma textos exquisitos y punzantes, impregnados de una amplia visión de la cultura y la historia. No en vano sus compañeros lo referían como alguien «crítico, sagaz y valiente» que «nuca temió señalar las sombras a la par de la luz».
Apasionado de las esencias culturales, legó la monografía África en la Revolución Cubana (2004), un breviario con toda la información de ese continente respecto a la Isla; y los libros Como el primer día (2009), de entrevistas, y el ensayo Durban, diez años después (2011), ambas prolongaciones de su ejercicio periodístico.
Todos ellos, sembrados en la historia del diario, seguirán habitando nuestros espacios. A su obra habremos de recurrir muchas veces, siempre que se requiera de su magisterio y compromiso.
De igual forma, resulta imprescindible dedicar un breve espacio a rememorar algunos de los literatos que, a lo largo de estas décadas, honraron a Granma con su presencia. No faltaron visitantes de todo el orbe, como el poeta Winston Orillo (Premio Nacional de Cultura, en Perú), la novelista y periodista chilena Isabel Allende –acompañada de su hija– y los periodistas Jacques Fauvet y Claudie Julien, directores del diario francés Le Monde, en diferentes etapas.
Un sitio especial está asegurado para la cita con Alejo Carpentier, quien rodeado de linotipos, cajas de imprenta y tinta ofreció un conversatorio al personal del rotativo. En esa ocasión, el autor de El siglo de las luces se refirió a ellos así: «Ustedes, con su labor cotidiana, escribirán la gran novela del futuro».
Nicolás Guillén, el Poeta Nacional, acostumbraba a publicar sus artículos en nuestras páginas, y también nos visitó, al responder a la invitación del colectivo, deseoso de expresarle devoción en ocasión de su 80 natalicio. Esa tarde transcurrida la describió como una de las más gratas de su vida.
Por último, pero no menos importante, agradecer los valiosos aportes de quienes, con lo mejor de sus plumas, hacen de Granma una trinchera de la cultura, como los premios nacionales de Literatura, Miguel Barnet y Nancy Morejón, y los intelectuales Víctor Fowler y Abel Prieto.
A ellos, y a todos los que siguen prestigiando la sección cultural de este diario, nuestro más sincero agradecimiento. Restan unas horas para el 60 aniversario, y vendrán muchos más. Fue Fidel quien nos enseñó que «la cultura es lo primero que hay que salvar». Esa ha sido y será nuestra consigna.
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