ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Al reverso de la fotografía, con letra de la poetisa, se lee: Dulce María Loynaz muy delgadita, a los 20 años (1923). Foto: Biblioteca Nacional de Cuba José Martí

«Dulce María Loynaz: ha trabajado. No se sabe nunca bien si esta mujer vigila o duerme». Sin pretensión alguna, sumaría a esas breves palabras, referidas por el maestro Virgilio Piñera hace décadas, otras más: se ha dicho tanto de la poetisa y aún así la conocemos muy poco.

Nuestra única mujer Premio Cervantes ha devenido mito, sin duda. Su nombre, que implica lirismo al pronunciarse, se ve permeado por un atractivo hálito de misterio y silencio, fenómeno que fue extensivo al resto de los hermanos Loynaz (Enrique, Carlos y Flor); «un caso aislado en el mundo de las letras», pues los cuatro cultivaron la poesía, aunque de distinta manera.

Si bien la poetisa se nos revela desde el eclecticismo de su última residencia en El Vedado o a través de sus colecciones que hoy atesora el Museo Nacional de Artes Decorativas –como la de sus casi 350 abanicos–, algo desconocido por muchos nos habla con más firmeza de su personalidad: el conjunto de manuscritos, cartas, recortes de prensa y originales de sus obras más famosas; un acervo invaluable que desde 2018 custodia la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí.

Justamente en el marco del recién finalizado iv Encuentro Internacional Preservación del Patrimonio Documental: Experiencias y Desafíos, desarrollado en esa institución, se oficializó la inscripción del Fondo Dulce María Loynaz en el registro nacional del Programa Memoria del Mundo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

Esa iniciativa tiene como objetivo sensibilizar sobre la importancia de los fondos documentales, protegerlos y facilitar su acceso. Bajo la premisa de que el patrimonio debe ser accesible para todos, este mes parte de esos bienes se exhiben en los espacios de la Biblioteca Nacional, en una muestra titulada Fe de Vida: un patrimonio conservado.

No fue una selección fácil, comentó a Granma, Osdiel R. Ramírez Vila, curador y restaurador de la centenaria biblioteca, ya que había más de 70 manuscritos originales –entre los que se hallan los de las novelas Jardín y Un verano en Tenerife– y más de 700 fotografías, por solo mencionar algunas cifras.

Desde los originales de la poetisa, se pretendió revelar al público aspectos de su proceso creativo, no solo para enaltecer la grandeza de su obra escrita, sino la nobleza desde el alma y el actuar de alguien tan cubana como la Loynaz; que a decir de Ramírez Vila, «fue un ser con fe en el más amplio sentido de la palabra».

Aunque este fondo es invaluable por sí mismo, existe un detalle que no debemos pasar por alto, y que la propia escritora le confesó al periodista pinareño Aldo Martínez Malo, en una de sus misivas: «Yo nunca escribo una cosa menos de siete veces, salvo los poemas que son siempre espontáneos».

Cómo entonces no sucumbir ante la grandeza de esos originales que sobrevivieron al ojo crítico y certero de su artífice, pues ella descartó más escritos que la cantidad hoy conservada, según reveló en otra ocasión.

Entre los centenares de instantáneas, algunas nos muestran a su familia y su trayectoria profesional, junto a personalidades como la premio Nobel Gabriela Mistral, la bailarina Alicia Alonso y otros escritores de su época. En otras, la vislumbramos, incluso, siendo una joven, cuando apenas gestaba sus primeros versos.

Es una pena que las normas de conservación documental no permitan exponer este tipo de materiales por muchas semanas; sería un privilegio que cada cubano pudiese contemplar los originales de la poetisa, pues seguramente este fondo suscitará muchas investigaciones.

De todos sus textos conservados, Ramírez Vila confesó que uno lo emociona en especial, las últimas palabras del discurso de aceptación del Premio Nacional de Literatura, que se le otorgó en 1987:

 «El Premio Cervantes me hubiera dado fama: El Premio de Cuba me da o me devuelve lo que di por perdido, me devuelve el calor humano, la confianza en mí misma, el amor de los míos, quiero creer que de todos los míos…. Y yo, señoras y señores, puesta en el caso, elegí siempre el amor».

Tan solo cinco años después recibió el Cervantes. ¿Pero acaso la fama podía sumarle algo a quien ya había empujado a las letras cubanas a lo más alto del panorama universal?

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David Omar Alonso Figueredo dijo:

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27 de septiembre de 2025

08:34:41


Agradecemos profundamente a la BNCJM por la conservación de valiosas colecciones y por la divulgación de importantes obras de carácter universal y de gran valor para el pueblo de Cuba, quien quiera investigar y profundizar en el desarrollo de las letras cubanas deberá por siempre remitirse a la vasta obra de Dulce María y Loynaz, gracias a esta prestigiosa institución, los queremos a todos, un fuerte abrazo.