ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Con apenas 23 años de edad, el joven sonero comenzó a peregrinar por septetos y orquestas. Foto: Tomada del sitio web Deezer

Abelardo Barroso Dargeles, uno de los primeros intérpretes reconocidos en ese género musical, denominado por el público que lo aplaudió por casi medio siglo como el «sonero mayor» (justo como después se le diría a Benny Moré), nació el 21 de septiembre de 1905. Su tono melódico y su talento para la improvisación hicieron de él un ícono de la música latina, cuyo legado muchos aún recuerdan.

De orígenes humildes, su cuna fue la habanera barriada de Cayo Hueso, un lugar de intérpretes que también alcanzaron la fama. En una época en la que el son aún no había logrado vencer los prejuicios sociales y raciales, se dio a conocer en 1925 como cantante del Sexteto Habanero, agrupación de tal auge que ofreció funciones en los clubes más selectos de la capital.

Según relató el compositor Rafael Ortiz, el grupo fue el primero en interpretar el son que hoy conocemos, gracias a dos cantantes que, a su entender, «eran los más grandes, los más destacados soneros, porque después todo el mundo cogió de ellos. Me refiero a Gerardo Martínez y a Abelardo Barroso».

Similar labor realizó en otras agrupaciones como el Sexteto Boloña y el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, con las cuales se presentó en Estados Unidos y España, y enriqueció su mundo visual y sus cualidades vocales.

El solicitado Barroso, a quien el público llamaba «Caruso», por la potencia de su voz –en referencia a uno de los mejores cantantes de la historia–, logró fundar su propia agrupación, llamada la Orquesta Sensación, que le valió reconocimientos por todo el continente.

Retirado por motivos de enfermedad en 1969, septiembre lo vio nacer y también lo despidió, apenas seis días después de celebrar su 67 cumpleaños, en 1972.

En opinión de musicólogos de su época, el cantor «tenía un timbre gangoso, nasal, que en las esferas más populares se llama voz aguardentosa, pero para interpretar el son, la guaracha, la música bailable, esa es muy adecuada. Por otra parte, tenía gran facilidad para la improvisación, para las inspiraciones, le imprimía mucho sabor a todo lo que cantaba».

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