ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Pedro de Oraá junto a algunas de sus obras, en los años 50 del pasado siglo. Foto: Proyecto Cuban Arte News

Los que disfrutaron de su compañía lo calificaron como una persona culta, sencilla y amable. Al conocerse su fallecimiento, en 2020, a los 89 años de edad, la plástica cubana despidió a ese artista desenfadado que siempre encontró formas para reinventarse en la abstracción; y nos demostró que la pluralidad de disciplinas podía estar presente en un mismo autor, sin ser un letrado o un pintor a secas.

Pedro de Oraá, acreedor de los premios nacionales de Diseño (2011) y Artes Plásticas (2015), es hoy reconocido por su prolífica impronta en las artes visuales y su talento en la poesía, la narrativa y el periodismo.

Hombre de cultura y uno de los intelectuales más distinguidos de su época, Oraá se formó en estudios de pintura y escultura en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro. Su quehacer literario se visibilizó en 1949, cuando un periódico capitalino recogió sus versos junto a otros noveles creadores.

Sus inicios en el pincel podrían situarse cuando integró, con renovadores de la plástica como Loló Soldevilla, José Mijares y Luis Martínez Pedro, el grupo de los Diez Pintores Concretos: un núcleo, activo entre 1958 y 1961, que desarrolló la abstracción con incursiones en el constructivismo (estilo artístico apoyado por las formas geométricas, los colores fuertes y las líneas puras iluminado por el cubismo y el futurismo).

Tras la disolución del grupo, Oraá continuó su labor dirigiendo el equipo de diseño de publicidad del Consejo Nacional de Cultura, entre 1962 y 1964, y se erigió como uno de los miembros fundadores de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Además, colaboró en distintos rotativos impresos y en publicaciones especializadas en arte.

Tal fue su impronta que es posible encontrar piezas suyas, además de en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, en diversas instituciones de todo el mundo, como el Museo de Arte Moderno de Nueva York y el Centro Nacional de Arte y Cultura Georges Pompidou de París, en Francia.

Consciente de que el abstraccionismo no siempre fue bien recibido en los círculos culturales de la Isla, consideró que este movimiento demostró «ser una vía de expresión introspectiva del hombre, de una interpretación inquisitiva de la realidad no visible, y no ser ismo ni moda. Su resistencia y vigencia en el tiempo lo devuelve –hoy y ahora– en un florecimiento múltiple entre las jóvenes generaciones».

Recordemos hoy a este maestro de la plástica nacional, cuya vida consagró al arte y a la defensa del discurso abstracto por más de 60 años.

Oraá, al igual que su amigo y coetáneo Fayad Jamís, nos enseñó que para un individuo era posible expresarse con igual entereza y calidad tanto en las artes plásticas como en la literatura.

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