
Aunque su vida fue relativamente breve, su legado transformó para siempre la cultura sonora de la Isla. Nacido el 19 de abril de 1818, en un hogar humilde, Manuel Saumell desarrolló una extraordinaria disciplina y sensibilidad artística que lo llevó a dominar el piano, la armonía, la instrumentación, el contrapunto y la fuga.
Su energía fue notable: además de componer, actuó como intérprete en iglesias habaneras, organizó veladas musicales, realizó arreglos y dedicó tiempo a la enseñanza. Con solo 22 años, concibió un proyecto visionario: crear la primera ópera de temática cubana, ambientada en Cuba y con elementos de la vida popular. Esta temprana ambición reflejaba su compromiso con una expresión musical auténticamente nacional.
Aunque su formación fue clásica, devino pionero en integrar elementos autóctonos, marcando la transición del clasicismo al romanticismo en Cuba. Su catálogo incluye obras sacras como la emotiva Plegaria para soprano y órgano; el íntimo Idilio para violín y piano; y el solemne Ave María, junto a contradanzas emblemáticas como La Niña Bonita, Recuerdos tristes y su obra maestra Los Ojos de Pepa.
La trascendencia de su obra fue magistralmente capturada por Alejo Carpentier en La Música en Cuba. El escritor destacó cómo Saumell logró sintetizar la cubanidad sonora; tomó elementos rítmicos y melódicos que solo existían en ambientes populares y casas de baile, dándoles forma artística y profundidad. Con Saumell -señaló Carpentier-, lo popular comenzó a alimentar una especulación musical consciente. Así como Alejo, otros investigadores elogiaron la asombrosa inventiva rítmica y melódica de Saumell.
Por su talento inigualable, se le considera el padre de la contradanza cubana, género que revolucionó al diversificar sus estructuras y ampliar sus posibilidades expresivas. Sus innovaciones -como extender las secciones musicales e incorporar complejidad rítmica- elevaron esta forma musical desde los salones de baile hasta la categoría de arte. Su influencia fue decisiva también en el desarrollo de la Habanera, la Clave y la Criolla.
Hombre activo en la vida cultural, presidió la sección de música de la Filarmónica Santa Cecilia y cofundó el Liceo Artístico Literario de La Habana. Su muerte a los 53 años truncó una carrera brillante, pero no su influencia. Saumell sentó las bases de lo que hoy reconocemos como música cubana, demostrando que la esencia nacional podía dialogar con las tradiciones universales. Su obra sigue siendo testimonio de cómo el genio artístico, surgido de la humildad, puede definir el alma de un pueblo.
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Octavio dijo:
1
17 de agosto de 2025
06:44:17
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