Se cumplen 125 años del nacimiento y 65 de la muerte del poeta, narrador, dramaturgo y guionista de cine uruguayo Enrique Amorim (25 de julio de 1900–28 de julio de 1960), un nombre que ocupa un puesto en las letras de Latinoamérica, con más de 40 obras dispuestas en estos géneros, además de haber hecho periodismo, y sostenido largos y valiosos intercambios epistolares.
«Amorim quiso ser, por sobre todas las cosas y según confesó a sus íntimos, el “héroe de sí mismo”, un hombre independiente, “libérrimo y espectador risueño”, “casi volteriano”, capaz de reírse un poco de su vanidad para “poder coger la punta del hilo de la endiablada madeja” en la que estaba enredado», ha referido Fernando Aínza, escritor y crítico literario hispano-uruguayo, quien nos recuerda, también, que al autor se le ha reconocido como un infatigable trabajador, que puso su existencia al servicio de la imaginación.
En la niñez, los estudios en una escuela pública, y los viajes y estancias vacacionales al campo, le permitirán calar el ambiente de una zona que llevará, en el momento oportuno, a su literatura; ya en la adolescencia, partirá a Buenos Aires, y conocerá a su mentor, el poeta y catedrático Baldomero Fernández Moreno, y, más tarde, a Horacio Quiroga.
Con la edad que el título enuncia, publicó Veinte años, su primer libro de poemas; y, con 23, el primero de sus cuadernos de cuentos, que tituló Amorim (toda una autoafirmación de sí mismo). De este volumen es el cuento Las quitanderas, una pieza que con otra versión aparecerió en Tangarupá (1925), para evolucionar argumentalmente y convertirse luego en La carreta (1932), novela preferida de su autor, la cual, a lo largo de 30 años reeditaría, hasta conseguir, en 1952, la versión definitiva.
La obra, que abordaba un tema inédito en la narrativa latinoamericana y con la que construyó un mito, recrea la historia de unas mujeres que, en condición de prostitutas, y tras haber sido desalojadas, se trasladan en una carreta, haciendo estancia en los pueblos de campo del noreste de Uruguay, para ofrecer sus servicios, con lamentables escenas propias de lo que esa práctica significa.
Con el abordaje de las quitanderas, nace un arquetipo solidificado por otros artistas que las consideraron motivos en sus obras, entre ellos, el pintor Pedro Figari, y el francés Adolphe Falgairolle, quien escribió una noveleta titulada La quitandera.
En Amorim –autor también de los clásicos El paisano Aguilar y El caballo y su sombra–, asegura Mario Benedetti, «habría que reconocer que esa peculiar correspondencia de su obra con sus intuiciones, de su oficio con su olfato de artista, le han permitido integrar la escasa nómina de los novelistas uruguayos que verdaderamente importan».
Escritor comprometido con su tiempo, acucioso observador de realidades sociales y militante del Partido Comunista de Uruguay, defendió la libertad, participó en congresos internacionales de escritores y luchó contra la dictadura de Gabriel Terra en Uruguay, el fascismo español y los extremismos policíacos en Argentina. Apostó, en pos de la justicia, por cambios políticos y desde su escritura denunció atropellos.
Fue anfitrión generoso en su hermosa residencia Las Nubes, situada en la ciudad de Salto, declarada Monumento Histórico Nacional en 1973, y convertida, desde 2011, en un centro cultural. Allí recibió a grandes figuras de la intelectualidad, entre ellas, a sus amigos Jorge Luis Borges, Nicolás Guillén, Pablo Neruda, Rafael Alberti, la actriz Margarita Xirgu y Federico García Lorca. Habiéndolos filmado, muchas de estas visitas quedaron grabadas en un documental sin sonido, considerado uno de los patrimonios más valiosos que dejara el escritor.
Apenas tres días después de haber cumplido los 60 años, tempranamente fallecía el escritor, en la misma ciudad que lo vio nacer. Un poema que le dedicara Alberti, al saber de su muerte, cerraba con los versos: «Puedes dejar la puerta, / si quieres, entornada», tal vez consciente de que por ella debían continuar pasando otros autores, capaces de sostener la realidad que describió en su obra.












COMENTAR
Responder comentario