ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
«Mirta Plá posee una serenidad tremenda, y la mayor gracia natural», afirmó el crítico Arnold Haskell. Foto: La Danza Eterna

Cuando en 1951, la niña Mirta Plá pisó el escenario del Ballet Alicia Alonso –hoy Ballet Nacional de Cuba (bnc)–, pocos imaginaban que se convertiría en una mujer «de largas piernas, cuello extendido, un físico envidiable», símbolo de la elegancia y el rigor que distinguen a la Isla en el mundo de la danza.

Su virtuosismo, marcado por una sonrisa enigmática y la tranquilidad en el escenario, la perpetuaron en la memoria de quienes la vieron bailar. «Lo mismo podía interpretar a una princesa de 16 años, que ser una mujer sufrida en Tarde en la siesta», comenta Consuelo Domínguez Martínez, maître del bnc; quien conversó con Granma sobre los pilares del legado de Mirta, a propósito del aniversario 85 de su natalicio.

«Fue parte de esa generación histórica que mantuvo el legado de Fernando y Alicia», destacó Domínguez sobre Plá, cuyo debut profesional en 1953, como miembro del Ballet –compañía de la cual fue Primera Bailarina hasta 1992–, marcó el inicio de una trayectoria artística que trascendió del escenario nacional al internacional; pues fue invitada especial de prestigiosas compañías en diferentes partes del mundo.

De forma paralela a su carrera como intérprete, desarrolló una valiosa labor pedagógica que contribuyó, decisivamente, a la consolidación de la reconocida Escuela Cubana de Ballet. Como cofundadora, sembró la semilla de lo aprendido, «porque no solo fue bailarina, fue profesora y maître –responsable del nivel de competencia de los bailarines en su compañía–, e inculcó a sus alumnos el rigor en la profesión y el amor al trabajo», resaltó.

Aunque no fue su alumna directa, Domínguez menciona que «en la escuela nos dio clases esporádicas, y en el bnc fue mi ensayadora. En ese entonces, era precisa, detallista y rigurosa –como mismo en su trabajo–, pero siempre con dulzura y una sonrisa que vale la pena recordar por siempre.

«Yo recuerdo su entrada en el estreno de La bella durmiente; haciendo de esa princesa tan sublime, con una sonrisa y una candidez que me emocionaban mucho», comentó Consuelo sobre aquella época en la que Mirta brillaba.

La extraordinaria técnica, la elegancia y la versatilidad de Plá le permitieron interpretar también los roles protagónicos del repertorio romántico-clásico, desde Giselle hasta El lago de los cisnes, así como creaciones contemporáneas de destacados coreógrafos.

Por su excepcional trayectoria, recibió importantes reconocimientos nacionales e internacionales como el Premio Estrella de Oro y Mención Especial en el viii Festival Internacional de la Danza de París, en 1970; la Distinción «Por la Cultura Nacional», en 1981; el Doctorado Honoris Causa en Arte, en el 2000; así como el Premio Nacional de Danza, en 2003.

Unos meses después de recibir este último lauro, junto a Josefina Méndez, Loipa Araújo y Aurora Bosch –conocidas internacionalmente como Las cuatro joyas, según las denominó el crítico Arnold Haskell–, Mirta desapareció físicamente. Sin embargo, continúa siendo referencia para las nuevas generaciones de bailarines.

El mejor homenaje –asegura Consuelo– es seguir con el legado, no solo de Mirta, sino de aquellas bailarinas que lo transmitieron a las nuevas generaciones. «Creo que el mejor recordatorio es continuar la labor que iniciaron desde muy jóvenes como profesoras; continuar amando este arte con tanto rigor como lo hicieron todas ellas, artistas y puntales de nuestra compañía».

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