ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Rosalía de Castro representada por el pintor Manuel López Garabal. Foto: Internet

En 1880, aparece en La Habana, en gallego, Follas novas. Se trataba de uno de los libros esenciales dentro de la producción poética de Rosalía de Castro (Galicia, España, 23 de febrero de 1837-15 de julio de 1885); y ella misma, en una carta, había dedicado el volumen a la Sociedad de Beneficencia de los Naturales de Galicia, de Cuba, la cual la había nombrado Socia Honoraria desde su fundación.

Ese mismo año, el Centro Gallego de La Habana, recién estrenado, también la nombró Socia Honoraria; y en 1883, auspició una gran colecta para la autora ya enferma y en una precaria situación económica. La ayuda llegó meses antes de su muerte –hace hoy 140 años–, un hecho que conmocionó a la comunidad gallega cubana.

No solo se recolectaron fondos para una corona perpetua y para que se construyese un mausoleo en España en su honor; sino que ya entrado el siglo xx se instituyeron pensiones vitalicias para dos de las hijas de la poeta.

Todo ello habla del impacto que tuvo dentro y fuera de su tierra natal la obra de Rosalía, no solo por iniciar la poesía moderna española, ser una de las voces centrales –junto a Gustavo Adolfo Bécquer– del romanticismo español, y también precursora de los cambios que luego propondría el Modernismo y la Generación del 98, sino porque aquella que logró que la lengua gallega traspasase sus marcos geográficos (en el denominado Rexurdimento Galego) lo hizo captando el alma de su pueblo: desde un profundo acento de intimidad, pudo reflejar dramas sociales y colectivos, así como angustias humanas universales y eternas.

¡Cómo de hondo no habrán sentido los gallegos de la Isla un poema como ¡Para La Habana!: Galicia está pobre, / y a Habana me voy… / ¡Adiós, adiós, prendas / de mi corazón!

O aquel otro anterior, en el que pedía: Llevadme, llevadme, airiños / llevadme a donde me esperan / una madre que me llora, / un padre que por mí alienta / un hermano a quien la sangre / le daría de mis venas, / y un amor a quien el alma / y la vida prometiera.

La nostalgia, el olvido, la pérdida de los seres queridos, la separación, la soledad, los deseos de trascendencia ante la aparente futilidad de la vida… están en los versos de Rosalía.

En el prólogo a Mi amigo el invierno. Poesías escogidas, de Rosalía de Castro, publicado por la Editorial Arte y Literatura en 2007, Virgilio López Lemus apunta: «Ese fondo doliente de nuestra especie, más que de un grupo de ella (…) resulta el exacto diapasón de vibraciones que nos ofrece esta poetisa. Ella fue capaz de sentir y expresar su dolor y el de todos, y en el calvario de todos, advertir las gradaciones del sufrimiento humano. ¿Es ya Rosalía de Castro un poeta extemporáneo? No hay que creerlo. Gotas de su llanto universal y extratemporal, pueden abrumar hoy mismo más de una pupila».

Nacida hija ilegítima de los amores entre una señorita de abolengo y un seminarista, Rosalía fue bautizada sin apellidos, pero en la infancia no le faltó el afecto de su madre, y de su familia paterna. De su matrimonio con el historiador Manuel Murguía le nacieron siete hijos; de los dos últimos, uno murió muy pequeño producto de una caída, y la otra nació muerta.

Como Abundosa es en dones la desgracia, esos pesares se sumaban a su salud quebradiza en grado sumo, y en la etapa final de su vida, a los dolores del cáncer de útero que terminó por quitarle la vida, a los 48 años.

Detrás dejaba un poderoso legado literario, compuesto por títulos como Cantares gallegos y En las orillas del Sar, y signado por una relevante experimentación formal, acompañada de un «hondo humanismo expresivo, pleno de sinceridad, melancolía y dolor», al decir de López Lemus.

A la eternidad, con la cual –según ella– soñaban los hombres y los astros llegó por medio de su palabra: Pero yo en el rincón más escondido / y también más hermoso de la Tierra, / sin esperar a Ulises / (que el nuestro ha naufragado en la tormenta), / semejante a Penélope, / tejo y destejo sin cesar mi tela, / pensando que esta es del destino humano / la incansable tarea: y que ahora subiendo, ahora bajando, / unas veces con luz, otras a ciegas, / cumplimos nuestros días y llegamos / más tarde o más temprano a la ribera.

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