ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Eliseo Diego tuvo el don de renombrar las cosas con su poesía. Foto: Archivo de Bohemia

Allí estaba parado, a las puertas de la Universidad, en la escalinata, cuando la vio bajar del autobús. Ella fue a su encuentro: «¿Tú eres Eliseo?, ¿quieres?», y le ofreció la tableta de chocolate en la que estaban marcados sus dientes. Él dijo que sí.

El paseo había sido idea de Cintio Vitier; después de asegurarle haber conocido a una joven maravillosa, extraordinaria, le pidió que saliera con ellos dos y la hermana de la muchacha. 

Aquella belleza e inteligencia que tanto impresionaran a su amigo no podían ser de otra sino de esa con quien ahora conversaba, desentendido de Cintio y la supuesta hermana, que llegaron un rato después.

Mientras caminaban por la calle l, Eliseo, ya enamorado, se reprochaba la canallada, la traición, y rápidamente buscó consuelo en la filosofía de los tangos: contra el destino nadie batalla, las cosas son así.

Sin embargo, el encuentro tuvo final feliz: quien paseaba con Eliseo Diego (La Habana, 2 de julio de 1920–Ciudad de México, 1ro. de marzo de 1994) era realmente la hermana, Bella García Marruz. Detrás, Cintio iba con su hallazgo fascinante: Fina.

Años después, Eliseo –Premio Nacional de Literatura, 1986– confesaría haber empezado a escribir para impresionar a Bella. Cuando le leyó por primera vez los versos de En la Calzada de Jesús del Monte, ella se echó a llorar. Desde entonces, las lágrimas de su esposa para toda la vida, y madre de sus tres hijos, serían para él un íntimo indicador de calidad.

Aquel poemario, culminado en 1947, y publicado dos años después, es una de las obras cimeras de su autor, de las gestadas por los miembros del grupo Orígenes, y de la poesía en idioma español. Además, sigue indiscutiblemente vivo; puede que ya no se llame así la calzada, que haya cambiado en demasía, pero no pueden leerse textos como El primer discurso, sin rendirse al asombro:

En la Calzada más bien enorme de Jesús del Monte / donde la demasiada luz forma otras paredes con el polvo / cansa mi principal costumbre de recordar un nombre, (…) Cómo pesa mi nombre, qué maciza paciencia para jugar sus días / en esta isla pequeña rodeada por Dios en todas partes, / canto del mar y canto irrestañable de los astros.

Si bien Eliseo también escribió relatos y ensayos e hizo traducciones, tal como apunta Virgilio López Lemus, «la poesía es el coto suyo de mayor realeza, de resonancias singulares. Poeta del detalle, su labor resulta un nombrar las cosas desde sus intimidades, con puntilloso deseo de que las cosas mismas vivan en los versos. Eliseo Diego es el mayor poeta minimalista de Cuba, capaz de detenerse en lo mínimo para ver en ello la inmensidad del universo».

Eliseo atendía a las calles, las gentes, la familia, la casa, y descifraba así tanto los misterios del universo ocultos en la cotidianidad, como ese otro terrible que es el simple hecho de estar vivos. Creía que hacer versos era una necesidad humana, como lo puede ser comer, y que si un poeta alcanzaba a domar las tinieblas con su palabra, ya significaba un triunfo de lo humano: era la fe en la poesía como lo mejor de la especie nuestra.

No eran por eso dioses los poetas; el poema solo logra completarse si hay otro que lo lee y en él se encuentra: «Yo creo que el escribir verdadera poesía es siempre una señal de una falta en vez de una riqueza. El ser humano siente que le falta algo y trata de suplirlo a través de la poesía. De manera que no hay por qué enorgullecerse de ser un poeta sino aceptarlo como un hecho y tratar de hacerlo lo mejor posible».

Convencido de que el mundo está dividido entre los que aman y los que odian, Eliseo se posicionó entre los primeros; de ahí su amabilidad con los jóvenes, su trabajo en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, o la labor encomiable en favor de la lectura desde el Departamento de Literatura y Narraciones Infantiles de la Biblioteca Nacional.

De Martí dijo un día que «todo lo fue en grande, en un paisito tan pequeño como el nuestro. Nuestro país, aunque es pequeño, es capaz de dar sorpresas muy grandes a todo el que se le acerca», y Eliseo Diego, el escritor de Por los extraños pueblos, de Versiones, de Divertimentos… es una de esas sorpresas que la Isla ha dado y de la que se puede preciar.

A 105 años de su nacimiento, hay que agradecerle lo que nos dejó en herencia, y más, hacer algo útil y bueno con ello: No poseyendo más / entre cielo y tierra que / mi memoria, que este tiempo; / decido hacer mi testamento. / Es / este: les dejo / el tiempo, todo el tiempo.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.