Con la sensación de no tener nada que decir, porque se considera un guajiro que no está acostumbrado a esos homenajes, se quedó Antonio Rodríguez Salvador –alguien que, por el contrario, dice mucho y muy bien dicho, dondequiera que se pare– al escuchar elogios y constataciones sobre sí, en el espacio El autor y su obra, que dedica el Instituto Cubano del Libro a sus más destacados escritores, y que acoge cada mes la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí.
Válida resultó la proyección –vigorosamente aplaudida por personalidades y amigos– de un audiovisual que nos lo presentó como poeta, narrador, dramaturgo y ensayista, y una de las voces más sobresalientes de la actual narrativa latinoamericana.
Nacido en Taguasco, en 1960, es licenciado en Economía, docente y dueño de una obra de la que algunos títulos se estudian en universidades extranjeras y en Cuba. Entre otros lauros, ha merecido el Premio Internacional Narradores del Caribe, el Premio Internacional de Novela Salvador García Aguilar, de Alicante, y el Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara. La literatura es, para él, un espacio de integridad y evolución.
Fueron las palabras del narrador Alberto Guerra Naranjo un verdadero regalo para la ocasión. Junto al poeta y escritor Jorge Ángel Hernández, integró el panel conducido por el periodista Fernando Rodríguez Sosa, y en un efusivo diálogo con el público, retrotrajo momentos inolvidables que compartió con Chichito, como popularmente se le conoce a Rodríguez Salvador.
Eran momentos también muy difíciles, hace unos 30 años, pero había que hacer lo que corresponde en cada tiempo, hacer el futuro y publicar libros, a contrapelo de la vida, contó. «Somos de la generación que nos conocimos primero en un libro que se llamó Los últimos serán los primeros: novísimos cuentistas cubanos, una compilación que hizo Salvador Redonet, y así nos lanzó al ruedo. En esos tiempos no teníamos manera de comunicarnos y de publicar, y a Arturo Arango, a Heras León y a Sacha se les ocurrió hacer encuentros de narrativa, que empezaron por Sancti Spíritus, y allí nos reunimos todos en el parque», refirió.
Guerra aplaudió la literatura de su amigo, con obras tales como el cuento A pierna suelta y la novela Rolandos; y reconoció en su escritura que el autor, hijo de decimista y visible heredero de Feijóo, hace música dentro del texto. Como autor de cuentos pesados se refirió a Rodríguez Salvador, «un hombre que viene del estudio de muchas disciplinas».
Por su parte, Jorge Ángel dejó gratamente impactado a Chichito, al compartir con los presentes un exquisito ensayo titulado La condición del espejo: reconstruir el palimpsesto, que bien podría acompañar al libro en próximas publicaciones, al tratarse del exhaustivo análisis de una novela (La condición del espejo) que fue finalista del Premio Casa de las Américas.
«No es este el escenario para deconstruir el ingenio discursivo, pero sí es posible, al menos, enumerar los más sobresalientes, con la esperanza de que la crítica, y la academia, ambas aún perezosas y tardías en nuestro panorama nacional, se enteren de obras importantes que merecen mejores recepciones de su parte», comentó.
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