Bastaron 48 años de vida para consagrar a Carlos Gardel como el más reconocido cantante de tango de todos los tiempos. Su profundo y melódico tono de barítono –que cautivaba por la intensidad emocional con la que transmitía los dramas de la vida diaria– y su carisma lo convirtieron en una leyenda sin fronteras.
Pocas personalidades han desatado tanta polémica a la hora de adjudicarle un lugar de nacimiento como Gardel, pues aún existen desacuerdos en torno a este. Francés o uruguayo, lo único probado es que él forma parte del corazón del Río de la Plata, en Argentina: país donde se nacionalizó en 1923, y que lo convirtió en una de sus voces más emblemáticas.
Crecido en empobrecidas barriadas de Buenos Aires, comenzó a cantar en bares y cafés cercanos, mientras forjaba un estilo propio influido por la música criolla y la zarzuela, en una época en la que los tangos no tenían letra, y mucho menos voz; corrían los tiempos de los payadores, quienes improvisaban versos a medida que cantaban.
Aunque se conocieron en un duelo musical, con el guitarrista José Razzano formó un dúo desde 1913 hasta 1925. Para esa fecha se convirtió en el representante de Gardel durante su carrera como solista.
Para 1917, el «Rey del Tango» prestó su voz a este género mayormente instrumental, para dotarlo de letras y emoción a través de su interpretación de Mi noche triste. Tal fue el éxito del dúo por aquella época, que sus discos se vendían en montos superiores a las 50 000 unidades cada uno.
Esa pieza musical sería la primera de más de 500 tangos que Gardel materializó. Entre ellos Mi Buenos Aires querido, El día que me quieras, Volver, Lejana tierra mía, y muchos otros que compuso junto al letrista y poeta Alfredo Le Pera.
Sorprende su talento, pues también fue una estrella del cinematógrafo en películas del sello Paramount, filmadas en locaciones de Francia y Estados Unidos.
Entre giras, viajes y películas, la imagen de Gardel se popularizó de tal manera por América Latina que sus biógrafos relatan cómo los contratistas tocaban su puerta para solicitar una mayor estancia en cada país.
En marzo de 1935 anunció, en los estudios de la RCA, en Nueva York, los próximos destinos de una de sus giras, entre los que se encontraba Cuba. Lamentablemente, un trágico accidente de avión le cobró la vida el 24 de junio de ese mismo año, en Medellín, Colombia. De no ser por el siniestro, La Habana hubiese sido su próxima escala.
Su tumba, ubicada en el cementerio de La Chacarita, Buenos Aires, recibe flores a diario, y los dedos de su estatua están prestos a que alguien coloque en ellos el cigarrillo que en vida nunca le faltó.
COMENTAR
Responder comentario