ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Maravillados, unos niños ven cine –quizá por primera vez – gracias a una unidad móvil. Fotograma del Noticiero Icaic No. 120 Foto: FOTOGRAMA

Noticiero Icaic Latinoamericano, No. 120, 24 de septiembre de 1962: en alrededor de siete minutos nos enteramos, por ejemplo, del primer Festival de Artistas Aficionados, de que más de 500 000 personas en lo que iba de ese año habían visto cine gracias a las unidades móviles, del trabajo en la granja avícola camagüeyana Roberto Reyes, y de la subida al pico Turquino de 1 650 becados, antes de graduarse de maestros.

Si ahora, 65 años después de que surgiera el espacio que revolucionó el periodismo cinematográfico –6 de junio de 1960–, asistimos maravillados a un abordaje de la realidad cubana en el que convergen calidad artística, experimentación técnica, humor y compromiso político, ¿cómo hubiera sido verlo entonces, en pleno vórtice de los acontecimientos, y en pantalla grande?

En el prólogo del libro Santiago Álvarez, un cineasta en Revolución, el escritor Reynaldo González revela su experiencia: «… piensen que entramos al cine Chaplin de entonces, un día de proyecciones normales, y que no nos atrae únicamente la película anunciada –muchas veces de un politicismo tan rutinario que perdía eficacia–, sino el noticiero, lo que parecía nacido para “relleno”. Podíamos dudar sobre si permaneceríamos en la sala una vez concluido (…) una comunicación sin precedentes nos atrapaba desde la pantalla, era una comunión, ni más ni menos».

No en balde fue este el primer noticiero de la historia del cine incluido en el programa Memoria del Mundo de la Unesco, en 2009; se le consideraba así patrimonio documental de la humanidad en razón de su interés cultural.

El Noticiero, cuyo primer director fue Alfredo Guevara y al que le sucedió, en 1961, Santiago Álvarez, salió semanalmente durante 30 años. A través de 1 492 ediciones se consolidó no solo como entidad dentro del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, sino también como escuela de talentos: en su equipo se formaron grandes directores de cine y exponentes cimeros de varias especialidades del medio.

Disímiles aspectos de esta realización sentaron pautas: la fuerza expresiva del montaje, la voz inolvidable de Julio Batista, el uso de la banda sonora (con el aumento paulatino del valor de la música), la evolución hacia el docunoticiero, y la capacidad para recrear una noticia que al llegar a los cines habría dejado hace mucho rato de ser actual.

Considerado el editorial cinematográfico de la Revolución Cubana, el Noticiero Icaic Latinoamericano demostró que el compromiso político y el rigor artístico están lejos de ser irreconciliables. Santiago no temía llamarse a sí mismo «animal politicón» y panfletario, y defendía la idea de un noticiero políticamente artístico.

Asimismo, el espacio contribuyó a que la gente se viera como protagonista de la obra colectiva, a humanizar a los líderes, y a desarrollar los sentimientos latinoamericanista e internacionalista, porque cada lucha justa del mundo fue reflejada con altura estética.

Contar bien, desde la emoción y el argumento, con pericia y sin eludir los riesgos, es una lección y un apremio de ese monumento vivo del cine y el periodismo cubanos.

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