Un halo violeta en derredor, en ella caben tantas historias como tantas han sido y siguen siendo sus andanzas por la cultura cubana. La sonrisa pronta ante el saludo; la calidez del gesto ante el encuentro; el magnetismo con que atrae a las personalidades y también a las personas simples. Hay para todos siempre un espacio. Nadie queda ignorado por esta fina y espontánea dama, elegante hasta en los pasos del alma, y ajena, por su natural sencillez, a su verdadera estatura.
Así, y desde siempre, veo a la prominente promotora cultural Nisia Agüero Benítez, que cumple hoy 90 años de abnegada y gozada existencia. Gozada, sí, porque cuando se vive para servir y darse, el disfrute llega al más alto de los puntos. Así la veo desde que la conociera, hace ya mucho, en aquella lejana cobertura, y fungía como representante en Cuba del Consejo Internacional de Organizaciones de Festivales Folclóricos (CIOFF), al tiempo en que se celebraba, en La Habana, el 39 congreso de ese organismo.
Nadie como el Poeta Nacional, Nicolás Guillén, quien tanto la hacía reír, la pintó mejor: Patrona de los artistas desamparados / rostro y voz de lo cubano / te bautizaron, te bautizaron. (…) Nisia de los amigos / Nisia de la verdad / Resistencia hecha perfume / Perfume de la lealtad. Y es así.
No fue precisamente en un lecho de rosas –ni siquiera por haber sido hija de un médico– donde nació la niña Nisia, el 3 de junio de 1935, hace hoy 90 años. Solvencia económica sí, pero no en un escenario de justicia social. Cuba vivía tiempos en que el entreguismo caracterizaba la secuencia de sus gobernantes. Y no por decente y delicada ni por haber tenido estudios en diversos apartados del arte, como el ballet, el piano, el teatro y el canto, y haber cultivado desde pequeña esa inclinación por las bellas formas de la cultura, estuvo exenta de la discriminación racial, propia del capitalismo.
No fueron, sin embargo, esos feísmos un freno para ensombrecer su espíritu, en el que ya se producía esa elección propia de los seres grandes, los que llevan el alma contenta de sí; y a la par que alimentaba su intelecto –graduada de cuatro carreras en la Universidad de La Habana, en la que fue presidenta de la FEU, en la escuela de Pedagogía y Ciencias Sociales– pensaba en qué podría hacerse para que la gracia de acariciar con las manos la cultura, llegara también a aquellos a los que les había sido negada esa dicha singular.
Nisia había acompañado en sus luchas estudiantiles a Fidel, a Alfredo Guevara, y a los compañeros del Directorio Revolucionario 13 de marzo. El triunfo de la Revolución sería esa oportunidad, siempre soñada, de atomizar sus saberes.
Larga es la lista de tareas y misiones transformadoras en la que cuenta su nombre. Entre muchas otras, se le recuerda como trabajadora social, entre el 60 y el 61, en Santiago de Cuba, al frente de la comunidad Nuevo Vista Alegre; también como Jefa de Asistencia Infantil, en el Ministerio de Salud Pública; en su trabajo directo con Armando Hart Dávalos, ministro de Cultura; en su desempeño en la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA) y en el Fondo Cubano de Bienes Culturales.
Otras ocupaciones serían su liderazgo al frente del Teatro Mella y después del Teatro Nacional de Cuba, para ser después Vicepresidenta del Consejo Nacional de Casas de Cultura, y más tarde trabajar en la Uneac.
Premio Nacional de Cultura Comunitaria y miembro de la Comisión José Antonio Aponte de la Uneac, es un gusto escucharle decir estas palabras a Granma, al hablársele de la cultura, a unas horas de cumplir sus hermosos 90. «La cultura ha sido y será siempre parte de mi vida. Amé siempre a los que hacían la música y el arte en general, y creo que el arte hace al hombre».
Aunque amable –como siempre– responde pronto. La incansable promotora cultural lleva prisa. La esperan en La Acacia, donde hoy dejará inaugurada la exposición colectiva 90 +’, un homenaje a un grupo de reconocidos pintores, pero que lo es, también, para ella.



COMENTAR
Francisco Rivero dijo:
1
3 de junio de 2025
15:07:25
Responder comentario