
Uno de los más bellos rostros femeniles del cine francés actual, premiada intérprete de películas de esa nación, e integrante del elenco de filmes dirigidos por los estadounidenses Quentin Tarantino (Malditos bastardos) y Angelina Jolie (Frente al mar), Mélanie Laurent, además, comparte la faceta de realizadora.
Dentro de este campo, la franja más reciente de su creación delata su interés por personajes al margen de la ley, a los cuales observa, esencialmente, desde las sensaciones que acompañan sus actos. Mucho más que estudiarlos desde el plano sicológico, cuanto le atrae a Laurent es atisbar el mundo de emociones sobre los que ellos construyen el vibrante e imparable relato de sus andanzas.
Tanto en Ladronas (2023) como en Libre (2024) se asoma a la temeridad, al frenesí, a la efervescencia mental de sujetos que encontrarían, mediante el riesgo, la aventura, la ausencia de barreras de todo orden y la adrenalina, a las bujías espirituales que necesitarían para arrancar su mecanismo de respuesta al universo.
Subyugada por tales ambientes, figuras y estados sensoriales, Laurent suele moverse sobre una –a veces peligrosa– delgada línea de complicidad con sus objetos de análisis. Ello, de cierta forma, me hace recordar la muy subrayada empatía emocional establecida por la directora Patty Jenkins, con Aileen Wuornos, la primera asesina serial de EE. UU., en el largometraje Monster (2003).
Esa complicidad se evidenció en Ladronas, la peor de las ocho cintas dirigidas por Laurent. E igual, aunque algo menos, en Libre.
Si bien el rasero con que medirlo es demasiado bajo, este nuevo abordaje de la realizadora al mundo de forajidos de buen corazón resulta superior al filme de 2023. Eso no quiere decir que Libre –estrenada en la Televisión Cubana– vaya a formar parte de las antologías del heits movie o cine de atracos, el cual integra.
Si el lector desea recordar una buena muestra del subgénero, ande con los clásicos y vea Tarde de perros (Sidney Lumet, 1975).
Libre es un filme bien ligero, refrescante como una bebida fría en agosto, hecho para agradar el sentido de la vista, sacar endorfinas y no aburrir al espectador. No le pidamos ni esperemos más de este.
Aquí los atracos son filmados como si fueran video clips, una cámara hedonista esclaviza los rostros de la apuesta pareja protagónica, y la policía francesa es el triple de inepta que la que perseguía a Fantomas bajo las órdenes del comisario Juve, interpretado por el inolvidable comediante Louis de Funès.
Libre se inspira, tangencialmente, en pasajes de la vida de Bruno Sulak, un atracador galo –descendiente de croatas y argelinos–, quien durante finales de la década de los 70 e inicios de la de los 80 del pasado siglo asaltó un grupo impresionante de supermercados y joyerías de la Costa Azul y de París.
A la Laurent (a quien le hubiese convenido mayor distanciamiento, más profundización y menos superficialidad) le importan poco o nada las motivaciones del personaje. Por el contrario, apuesta todo por exaltar su belleza física, sentido de la libertad, campechanía, don de gente, carácter bromista, espíritu solidario, desinterés, fidelidad a su pareja. En fin, uno no sabe si repudiarlo o querer ser su amigo.
COMENTAR
Responder comentario