ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Ignacio Cervantes. Foto: Tomada de Ecured

El embrión de lo que pudiéramos definir como uno de los dinteles de la música cubana –compuesta desde lo conceptualmente enmarcado como nacional o endógeno– tiene un lugar privilegiado en Ignacio Cervantes. Nacido en la capital, el 31 de julio de 1847, tuvo entre sus maestros a Nicolás Ruiz Espadero, uno de los más encumbrados músicos cubanos, a quien nuestro también pianista Cecilio Tieles ha ido rescatando desde hace más de 30 años de incesante investigación musical.

El joven Cervantes fue pupilo, además, del compositor estadounidense Louis Moreau Gottschalk, quien influyó sobremanera en que el muchacho estudiase luego en el Conservatorio Imperial de París; institución en la cual rápidamente obtendría su primer premio en composición, y posteriormente el Gran Premio de Piano, al interpretar el Concierto No. 5, para piano, de Henri Herz, por entonces profesor del prestigioso recinto.

Para entender la grandeza y formación académica de Cervantes, hay que hacer referencia obligatoria a su periplo parisino y también por otras ciudades europeas, lugares en los que pudo tener contacto con figuras como Charles Gounod, Gioachino Rossini o Franz Liszt, por ejemplo.

Unido a la experiencia musical y creativa en toda esta etapa, se ha reseñado poco en la carrera del compositor su sentimiento patrio y su apoyo a la independencia de Cuba; tanto es así que, a su regreso de Francia, alrededor de 1870, fue expulsado por las autoridades españolas de la Isla junto al célebre violinista y compositor José White, ambos bajo acusaciones de conspiración. El motivo que alegaron fue que Cervantes ofrecía conciertos a beneficio de la causa insurreccional, y el dinero recaudado iba a parar a la misma, por lo que tuvo que radicarse en Estados Unidos hasta 1878, y retornó, definitivamente, al término de la Guerra de los Diez Años.

Musicalmente, la tipología principal en esta primera etapa en Cervantes –que podemos catalogar como definitoria– es de hondo matiz europeo en cuanto a la forma, aunque sí es imperativo tener en cuenta su postura híbrida entre las influencias de los estudios en el Viejo Continente y la inclinación nacionalista, sin que este término resulte demasiado ortodoxo.

Sin ser un reformista en el sentido más amplio, por circunstancias y condiciones muy específicas, es esencial ponderar que la producción compositiva de Cervantes se mueve en un espectro nada simplista para la época; y que, a su vez, podemos hilvanarla dentro de una corriente de renovación iniciada desde mucho antes, que incluso llega a tener conexión con nombres como White o Brindis de Salas, en la cual resalta el uso de motivos sonoros y rítmicos que ya conducían a una reformulación de la narrativa musical de aquella etapa.

A pesar de ser ampliamente reconocido por sus famosas Danzas cubanas (41 en total), Ignacio Cervantes también compuso para diversos formatos instrumentales, y su desenfado musical fue decisivo para el éxito y la aceptación en los diferentes escalones culturales de todo el siglo xix cubano.

Llegó a escribir una sinfonía, zarzuelas, una ópera y una diversificada línea de música de cámara, gran parte de ella recogida por Gisela Hernández y Olga de Blanck, figuras a su vez definitorias en la investigación y la composición cubanas, quienes en 1959 llevaron a cabo una edición revisada y perfectamente fundamentada de las obras de Cervantes. La misma tuvo en cuenta, principalmente, la dinámica y los matices de su gran producción, y permite apreciar mejor a este compositor, tal vez uno de los clásicos cubanos de más relevancia entre sus contemporáneos, y con una vigencia extraordinaria.

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Fabriciano dijo:

1

29 de abril de 2025

10:06:33


ONI, perdone mi confianza , pero yo veo televisión El artículo es magnífico y me viene a la mente que si en España hubo un Cervantes del Quijote, nosotros también tuvimos nuestro pequeño Cervantes