
Combinando movimiento, música, canto y teatro, la danza es una de las artes más profundas y versátiles, y goza de una gran aceptación entre el público amante de la cultura. En homenaje al natalicio del bailarín y coreógrafo francés Jean-Georges Noverre, cada 29 de abril se celebra el Día Internacional de la Danza.
A propósito de la fecha, Granma conversó con Luisa Santiesteban Castro, destacada bailarina cubana que no solo danza, sino que, al hacerlo, celebra la vida misma. Su cuerpo, una extensión de su alma, ha sido capaz de interpretar más de 50 obras coreográficas, un legado que habla de su destreza técnica y capacidad para conectar con la esencia de cada creación.
Formada por una primera generación de maestros que sentaron las bases de la danza moderna en la Isla –entre ellos Víctor Cuéllar, Arnaldo Patterson e Isidro Rolando Tondike–, Luisa ha sabido absorber y reinterpretar la elegancia y el rigor que estos pioneros le transmitieron.
Sus inicios, influenciados por su figura paterna –lo que la llevó a comprometerse con esta profesión–, estuvieron marcados por la disciplina; y, a pesar de las muchas dificultades a lo largo de su carrera, llegó a convertirse en primera bailarina de la compañía Danza Contemporánea de Cuba.
Dentro de sus interpretaciones, algunas coreografías fueron creadas especialmente para ella, lo que dejó una huella personalizada en el arte danzario contemporáneo y moderno, tanto a nivel nacional como internacional.
Pero la tenacidad de Luisa no se detiene en su rol como intérprete; su influencia también se extiende a las aulas, en las que combina su experiencia como bailarina con su labor como maestra, en la Facultad de Arte Danzario de la Universidad de las Artes, en La Habana.
Allí, la bailarina bayamesa imparte clases de Técnica de la Danza Moderna Cubana, en sesiones que van más allá de la mera técnica: «Mi trabajo, ahora como maestra, consiste en transmitirles a mis alumnos lo vivido en escena, enseñarles no solo a bailar, sino a que conecten con su cuerpo».
Cada movimiento es una forma de «expresar con el cuerpo lo que no puedo decir con la voz», confiesa, mientras sus ojos brillan con la pasión de quien ha dedicado su vida a este lenguaje.
Luisa comenta que la danza también le ha servido como terapia personal. «Salgo de mis duelos, de mis tristezas, incluso hasta de mis problemas»; y añade que, en la soledad de su casa, se permite improvisar frente al espejo.
«A veces yo estoy allí, moviendo mis manos, explorando cómo se ven ahora a mi edad», dice. Es un acto de sinceridad consigo misma, un diálogo íntimo en el que estudia cada parte de su cuerpo y se reconcilia con el paso del tiempo. «Me sincero con lo que tengo ahora mismo», explica, y reconoce que, aunque sus brazos y su fuerza ya no son los mismos, aún hay capacidad y deseos de bailar.
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Fabriciano dijo:
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29 de abril de 2025
09:56:30
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