Fallecida el 13 de abril de 2020, en París, debido a la COVID–19, la cineasta francesa Sarah Durados (rebautizada Maldoror) proporcionó a los espectadores de todo el mundo un valioso legado de 40 producciones fílmicas signadas por un fuerte compromiso anticolonial, proafricanista y en contra del racismo.
Sarah –quien adopta su apellido artístico, Maldoror, de la obra del Conde de Lautréamont, Los cantos de Maldoror– constituye uno de los referentes audiovisuales a la hora de abordar el tema de la memoria de la esclavitud y el colonialismo.
El trabajo de la artista refrenda la lucha emancipatoria de los pueblos del continente negro, mediante textos fílmicos en los que se funden la denuncia de males contemporáneos derivados de viejas prácticas de ocupación de las metrópolis europeas, la exposición de los flagelos más actuales vinculados al colonialismo y a la demanda de la liberación de las cadenas impuestas a los oprimidos.
Así es su cine desde el comienzo. Ya en su primer cortometraje, Monagambé (1968), seleccionado para la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes, en representación de Angola, la realizadora gala, hija de inmigrantes guadalupeños, condena los abusos coloniales de los portugueses en esa nación.
Dos años antes, Sarah Maldoror se había adentrado en el séptimo arte, al fungir de asistente de dirección de Gillo Pontecorvo, en la célebre cinta La batalla de Argel.
Para 1961, una beca le permite estudiar cine (bajo la tutela del realizador Mark Donskoi) en el Instituto Nacional de Cinematografía de la Unión Soviética (vgik), en el cual convergió con el prestigioso director senegalés Ousmane Sembene, con quien la también poeta y teatrista ensayó varios montajes.
De regreso a París, forma parte, junto a connotados activistas, de las luchas de los movimientos de emancipación africanos, en una década de total ebullición; combate que acompañaría la larga existencia de la cineasta nacida en Gers, Francia, en 1929.
Justo con uno de estos luchadores, el poeta y político angolano Mário Pinto de Andrade, contrajo nupcias la creadora de Des fusils per Baunta (1970), Un carnaval dans le Sahel (1979), Le passager du Tassili (1986) o Regards de mémoire (2003).
Transmisora de imágenes de los postulados del movimiento cultural de la Negritud y de sus fundadores Aimé Césaire, Léopold Senghor y Léon G. Damas, estrena en 1972 el largometraje de ficción Sambizanga, un clásico de la pantalla anticolonial y, además, pieza de sumo relieve para un campo de estudio como la representación de lo femenino en el cine africano o sobre África.
Como resalta la ensayista Bianca Ashanti, la cineasta «rescata muchas representaciones arquetípicas de la mujer –la madre, la cuidadora, la esposa incansable–; sin embargo, su forma de contextualizarlo nos permite ver una conciencia de género y clase muy arraigada. Las mujeres en sus filmes son mujeres de costumbres, de tradiciones, pero el amor a su tribu no les impide formar parte activa de la revolución que acontece ante sus ojos, ya sea desde el cuidado o desde la militancia».
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